LOGH 1:6 - A cada hombre su estrella


Capitulo 6: a cada hombre su estrella
I

¡Iserlohn ha caído!
Ante el sonido de la desastrosa noticia, un escalofrió recorrió  todo el imperio galáctico.
“Pero se suponía que era inexpugnable...”
Con expresión pálida, el mariscal Ehrenberh, ministro de asuntos militares, murmuró esas palabras y después se sentó, inmóvil , frente a su mesa.
“No puedo creerlo. El informe debe estar equivocado” 


El almirante de flota Steinhof, comprandante supremo de los cuarteles militares imperiales, lanzó un áspero gruñido y tras verificar los hechos se retiró en silencio.
Incluso el Kaiser, Friedich IV , conocido por albergar escaso interés o energía en los asuntos de estado, había pedido una explicación al ministro de estado, el Marqués Lichtenlade, a través de Neuköln, ministro del palacio interior.

“El territorio imperial debe ser sagrado e inviolable para cualquier enemigo externo, y así de hecho siempre ha sido. Sin embargo nuestra falta de previsión , por haber permitido que tales circunstancias molestaran el corazón de su majestad, la vergüenza que hoy sentimos no conoce limítes.”
Las noticias llegaron al Almirantazgo de Lohengramm, que esa había sido la temerosa respuesta del marqués.

“Algo esta mal con esa linea de razonamiento, Kircheis”, dijo Reinhard a su confiable ayudante en su oficina. “Ni una pulgada de territorio imperial debe ser invadido por enemigos externos, dice. Pero ¿desde cuando son los rebeldes un poder externo e igual? Es porque no ve las cosas por lo que son, que dice contradicciones como esas”

Reinhard, habiendo establecido su almirantazgo y asegurado bajo su mando la mitad de las naves de la Armada Espacial Imperial, se enfrentaba diariamente a las asignaciones de personal.

Al reclutar jóvenes oficiales, como política fundamental su preferencia se había decantado hacia aristócratas de bajo rango y plebeyos. La media de edad de los comandantes del frente se había desplomado. Oficiales enérgicos y jóvenes como Wolfgang Mittermeier, Oskar von Reuental, Karl Gustav Kemp, and Fritz Joseph Wittenfelt eran ahora almirantes de nuevo cuño, y el almirantazgo había adquirido vida con espíritu y energía juveniles.

Sin embargo, Reinhard había sido incapaz de quitarse de encima los días anteriores un sentimiento de insatisfacción que sentía. Había reunido a comandantes que tenían valor y destreza táctica de sobra, pero no había sido capaz de encontrar gente para sus vacantes de personal administrativo.

Reinhard tenía pocas expectativas de los oficiales administrativos de cuño noble que hubieran sido estudiantes de honor en la escuela de oficiales. Sabía demasiado bien que las habilidades militares no eran algo que se enseñara en un aula. Mientras que los soldados natos eran a veces brillantes en sus días de colegio- Como el mismo Reinhard había sido- lo opuesto nunca sería cierto.

No podía poner a Kircheis como administrativo. Reinhard necesitaba que actuara como su representante y que a veces tomara el mando de algunas flotas. Cuanto estuvieran juntos, podía hacer que Kircheis le diera su opinión con su visión de conjunto, para así tomar decisiones juntos. Ese era el deber que su más confiable ayudante debería desempeñar.

Solo unos días antes, Reinhard había despachado a Kircheis al sistema Kastrop para que fuera en su lugar a sofocar la revuelta que había estallado allí. Esto había sido organizado así para dejar a Kircheis conseguir logros propios y dejar claro a todos que iba a ser el vice comandante de las fuerzas que comandaba Reinhard.

Reinhard había solicitado al Marques Lichtenlade, Ministro de estado, que las órdenes del Kaiser fuernan entregadas a Kircheis.

Al principio el marqués Lichtenlade no había mirado favorablemente esta idea. Sin embargo, el marques tenía a un ayudante llamado Waitz que le ofreció su opinión: “¿Por que no dejarle? El contra almirante Kircheis es el mas cercano de los ayudantes del Conde Lohengramm. Si tuviera éxito en sofocar la rebelión del duque Kastrop, recompensarle (y ponerle en deuda con usted) podría ser beneficioso más adelante. Si falla, la culpa ira al conde Lohengramm por recomendarle. Todo lo que tendra que hacer es ordenar al conde hacer la subyugación el mismo , y si su subordinado fallara una vez, no podría ir por ahí fanfarroneando cuando el asunto este resuelto.”
“Hmmm. Ya veo, tiene sentido”

Aceptando ese razonamiento, el marqués había comenzado el procedimiento por el cual la orden de subyugación de la rebelión Kastrop sería entregada por el Kaiser a Kircheis. Reinhard envió una recompensa monetaria más tarde a Waitz en privado. El marques nunca supo que había sido Reinhard el que había pedido a Waitz que le aconsejara como había hecho.
De esta forma, Kircheis recibió sus ordenes del Kaiser. Esto significaba que iba como un soldado del imperio. En el almirantazgo de Reinhard, se adelantó a colegas de su mismo rango para ser abiertamente reconocido como un número dos. Naturalmente, esto era nada más que una formalidad. Para hacerlo real, Kircheis necesitaba logros militares reales.
De esta forma la rebelión del sistema Kastrop había comenzado:

En un momento anterior, ese mismo año, la vida del Duque Eugen von Kastrop había llegado a un inesperado final por causa de un accidente en su nave espacial privada.
Como aristócrata tenía el derecho de poner impuestos en sus dominios privados, y por mera rutina había reunido el poder que venía de una vasta riqueza. Además, como uno de los súbditos de mayor rango de la corte había servido como ministro de finanzas por quince años. Durante su servicio, había usado la autoridad de ese puesto para incrementar su riqueza personal y de vez en cuando había sido envuelto en vergonzosos escándalos de sobornos a oficiales públicos. Cuando se trataba de los crímenes de la aristocracia, sin embargo, el tejido legal era de un entramado desgastado y lleno de agujeros. Cuando las cosas habían alcanzado el punto por el que incluso esos agujeros eran demasiado pequeños para que el Duque Kastrop se escabullera por ellos, él había continuado evitando las manos del castigo mediante la hábil aplicación de su riqueza y poder.

El Conde Rugue, ministro de asuntos judiciales en ese momento, había descrito sus abusos irónicamente como un “espléndido hechizo” del que se podría inferir que incluso a ojos de nobles como él, el hombre había ido demasiado lejos. Como era un pilar del gobierno imperial, encontraron inconveniente que no siguiera las reglas para oficiales públicos mas de cerca. La insatisfacción publica con el súbdito podría fácilmente en una insatisfacción de todo el sistema al completo.
Ahora, el duque había muerto. Para los ministros de finanzas y de asuntos judiciales, era una oportunidad idónea. El consenso general era: “Mejor ir alli y azotemos públicamente al muerto”

Eso era imperativo para mostrar a la poblacion que hasta las grandes familias nobles no podían escapar de la ley, y para sujetar bien las riendas de todos los pequeños Kastrop que existían en la aristocracia, demostrando el poder de la ley imperial y la administración pública. Naturalmente, los fondos públicos que el Duque se había embolsado y los sobornos que había aceptado ascendían a una vasta suma , y si pudiera integrarse dicha cantidad a la tesorería nacional, el sufrimiento de las arcas públicas , agotadas por las expediciones militares, podrían aliviarse por un tiempo.

Pese a que había algunos entre los burócratas del ministerio de Finanzas que hablaban de gravar fiscalmente a la aristocracia, eso significaría cambiar una política nacional en vigor desde los días de Rudolf el Grande , que podría invitar a insurrecciones o a un golpe de estado en el gobierno. Si el Duque von Kastrop fuera el único objetivo, sin embargo, habría poca oposición entre la aristocracia.

Se mandaron investigadores del ministerio de finanzas publicas al sistema Kastrop. Y ahí es cuando empezaron los problemas.
El duque tenía un hijo, de hombre Maximilian, que pendiente de la aprobación del Kaiser; iba a heredar el título y las propiedades de su difunto padre. Debido a las presentes circunstancias, el ministro de estado (Marques Lichtenlade) había elegido posponer el proceso de sucesión y solo reconocer la herencia cuando el ministerio de finanzas hubiera concluido su investigación y sustraído la porción que el anterior duque había obtenido de forma ilícita.

Maximilian se opuso. El hijo del vasallo jefe y aristócrata de alto rango, era un joven egoísta criado rodeado largamente de riquezas y privilegios, y que carecía de las habilidades políticas de su difunto padre, incluso en el sentido negativo de la palabra. Literalmente, soltó a sus perros de caza, para que persiguieran a los investigadores; y los expulsó del territorio. Estos perros eran “Cabezas de cuerno” a los que el procesamiento de adn había otorgado cuernos cónicos en la frente. Eran bestias salvajes, símbolo del lado violento de la autoridad aristocrática.
Este joven poco imaginativo no tenía idea de que sus acciones habían sido una bofetada a un gobierno imperial que daba gran importancia al prestigio y a la apariencia de dignidad. La parte abofeteada no iba a tolerar ese insulto sin más.
Cuando un segundo grupo de investigadores fue también expulsado igualmente, el ministro de finanzas, el Vizconde Gerlach envió una petición al ministerio de estado para convocar a Maximilian a la corte.

Al recibir una severa convocatoria escrita, Maximilian se dió cuenta por primera vez de que sus acciones eran vistas como problemáticas. Careciendo de un juicio equilibrado, lo dominó un terror extremo. Estaba seguro de que si viajaba a Odín, no volvería a ver su hogar.
En la familia del Duque Kastrop habían muchos parientes y parientes políticos, que preocupados por la situación se interpusieron para tratar de mediar una solución. Esto, sin embargo solo exacerbó las sospechas de Maximilian.

Cuando uno de sus parientes, el conde Franz von Mariendorf- un hombre conocido por su naturaleza suave y neutral, fue a tratar de razonar con él, Maximilian lo encarceló haciendo que se desvaneciera cualquier esperanza de una resolución pacífica. Maximilian, habiendo perdido por completo la cabeza comenzó a reunir un ejército privado que consistía principalmente de las fuerzas de seguridad del ducado. Fue entonces que el gobierno imperial decidió enviar una fuerza para aplastar su rebelión. La flota, dirigida por el Almirante Schmude partió de Odín al mismo tiempo que los militares del imperio y la alianza chocaban en la región estelar de Astarte. La fuerza de Schmude fue fácilmente derrotada.

Aunque Maximilian estaba lejos de ser un adulto responsible, todavía poseía un poco de talento puramente militar, y la fuerza enviada contra él había subestimado demasiado a su oponente, entablando combate sin trabajar demasiado la parte estratégica. Mientras que estos fueron algunos de los factores que les llevaron a la derrota, el resultado final fue que la fuerza enviada a restaurar el orden fue derrotada al momento de aterrizar y el Almirante Schmude había muerto en Batalla.

La segunda fuerza enviada a Kastrop había fallado, y Maximilian; que estaba perdiendo el control; había procedido a anexionar el vecino condado Mariendorf y había hecho planes para tallar un dominio semi-independiente para sí mismo en una esquina del imperio. Pese a que Franz, el jefe de la familia que gobernaba el Condado Mariendorf, había sido encarcelado por Maximilian, sus fuerzas de seguridad mantenían una lucha sostenida contra la fuerza invasora y solicitaban Ayuda a Odín.

Así estaba la situación cuando Kircheis fue ordenado que fuera a sofocar la rebelión. Le tomó diez dias dominar un levantamiento que se había alargado por medio año.
Primero, Kircheis hizo ver que se dirigía al condado Mariendorf en su ayuda, para girar bruscamente en dirección al Ducado Kastrop. Un conmocionado Maximilian , no dispuesto a quedarse inmovil mientras le despojaban de su base, rompió el asedio del condado Mariendorf y se apresuró a volver al ducado con todas sus fuerzas. Con eso, Kircheis había rescatado al condado del peligro que había enfrentado. Además, su “viaje” al Ducado Kastrop no había sido nada más que una distracción.

Maximilian, frenético por la amenaza de su principal fortaleza fue negligente al proteger su flanco. Kircheis ocultó su flota en una región traicionera de un cinturón de asteroides, les dejó pasar para lanzar un súbito ataque en un retarguardia sin defender, con un efecto devastador.
Maximilian se retiró del campo de batalla solo para ser asesinado a manos de sus subordinados, esperando un castigo menor. Sus fuerzas restantes se rindieron entonces.

Así, la rebelión llegó a un abrupto final. Pese a que se había dicho que había tomado diez días aplastarla, seis de esos días habían sido el viaje desde odín y había tomado dos días lidiar con los resultados, así que en realidad solo dos días se habían usado en combate.

La habilidad táctica que Kircheis había mostrado en la insurrección había sido extraordinaria. Reinhard quedó satisfecho y los almirantes de su almirantazgo asintieron en aprobación, mientras que los altos nobles quedaron atónitos. Una cosa era que solo Reinhard tuviera tal deslumbrante talento, pero que su mano derecha fuera un hombre tan similarmente talentoso era algo amargo que aceptar.
Sin embargo, un logro militar seguía siendo un logro militar. Kircheis fue ascendido a vicealmirante y recibió una brillante Zeitwing (NDT: significa cronológico, en alemán. No tiene sentido) de un dorado resplandeciente – una medalla con forma de águila bicéfala. En calidad de primer ministro en funciones, El marques Lichtenlade, ministro de estado le hizo entrega a Kircheis del título y la medalla y alabó sus logros, animándole a que fuera agradecido con el favor de su majestad y a que sirviera al Kaiser con incluso mayor devoción.

Kircheis, sabía todo lo que había pasado entre bambalinas, así que para él la adulación con la que Waitz había alentado al marqués Lichtenlade era simplemente absurda, aunque no dejaría que ninguno de esos sentimientos aflorase, por supuesto.
Aún así, Kircheis estaba pensando. Me pide lo imposible, diciéndome que me entregue de forma devota al servicio del Kaiser. ¿No había sido el Kaiser Friedrich IV, quién había secuestrado al objeto de su verdadera devoción ante sus propios ojos para quedárselo para sí mismo? No eran el imperio, la casa imperial, o el Kaiser por lo que Kircheis luchaba.

Siegfried Kircheis, ese joven alto y pelirrojo era muy popular con las mujeres de palacio, desde hijas de duques a las jóvenes criadas que iban cumpliendo tareas . Era completamente inconsciente de esto, sin embargo, y solo lo hubiera considerado una molestia si se hubiera percatado de ello.
Fue mientras que Reinhard y Kircheis estaban asegurando sus respectivas posiciones que apareció ante ellos el Capitán Oberstein con su pelo semiplateado.


II
¡Necesito personal de apoyo! Últimamente ese deseo de Reinhard se iba haciendo más fuerte, dia a dia. Pero la clase de oficiales que buscaba no eran necesariamente especialistas en asuntos militares. Para eso bastaban Reinhard mismo o Kircheis. En su lugar , buscaba a gente con una fuerte aptitud para las maniobras políticas y conspirar . Reinhard podía pre veer esa clase de problemas contra los nobles de la corte- conspiraciones y batallas de ingenio , para decirlo de forma llana- siendo desde ese momento algo necesario.

Kircheis no era adecuado para ser el confidente de Reinhard en esos asuntos. No era un problema de intelecto, sino uno de personalidad y procesos de pensamiento.  Reinhard comprobó su ficha mental del hombre que acababa de darle su pistola láser al guardia para pasar desarmado a su oficina. No había nada en ella que decía que viera a ese hombre favorablemente.


“Capitán Paul von Oberstein, ¿no? ¿Que asunto podría tener usted conmigo?”

“Primero, me gustaría hablar a solas con usted” solicitó el invitado no deseado, con una actitud que rayaba la arrogancia.

“Solo estamos nosotros tres aquí”

“Cierto. El vice almirante Kircheis tambien esta aqui. Por eso se lo pido”

Ambos hombres se quedaron mirando al visitante- Kircheis en silencio y Reinhard con una mirada afilada.

“Hablar con el Vice almirante Kircheis es como si hablara conmigo. ¿No sabía eso?”

“Soy consciente”

“Así que quiere hablar de algo que no quiere que se oiga. Pero si después se lo cuento, el resultado será el mismo”

“Su excelencia es libre de hacerlo, por supuesto. Las logros de un conquistador , sin embargo, no se consiguen sin gente talentosa de todos los ámbitos. Creo que uno debería decirle a A lo que A necesita oír, darle a B deberes propios para B….y así...”
Kircheis miró a Reinhard y dijo discretamente “ Su excelencia, quizás sería mejor si esperara en la otra sala...”

Reinhard asintió con una expresión pasiva y Oberstein finalmente comenzó a profundizar en el tema del que había venido a hablar.

“Para ser honesto, excelencia. Estoy en una posición un poco complicada en este momento. Creo que está al tanto, pero...”

“Eres el desertor de Iserlohn. Es natural que te critiquen, y más cuando el Almirante Seekt murió tan heroicamente”

La respuesta de Reinhard era fría. Oberstein sin embargo no mostró indicios de que le afectara.

“Para legiones u Oficiales al mando, soy solo un despreciable desertor y nada mas. Sin embargo, excelencia tengo mi propia parte de la historia y me gustaría que la oyera”
“Ha venido a la persona equivocada. Expliqueselo al tribunal militar, no a mi”

Oberstein, unico superviviente de la nave insignia de la flota de Iserlohn, se enfrentaba a una sentencia máxima por el simple hecho de haber sobrevivido. Había fallado al ejecutar su deber de asistir a su comandante y guardarle de cometer errores, y además había buscado su propia seguridad- esas eran las razones para el proceso judicial y las miradas frías, pese a que también estaba el hecho de que las circunstancias requirieran como cabeza de turco a un individuo presente en el momento de la caída de Iserlohn.

Ante la respuesta indiferente de Reinhard, Oberstein inesperadamente tocó su ojo derecho con su mano. Cuando la bajo, había un hueco vacío en esa parte de la cara. El hombre de cabello parcialmente ceniciento mostro un pequeño objeto al joven mariscal. Un cristal casi esférico que descansaba en la palma de su mano derecha.

“Mire esto, excelencia”

Reinhard miró, pero no dijo nada.

“Lo habrá oído del vice almirante Kircheis, pero mis ojos son biónicos, como este. Si hubiera nacido en tiempos de Rudolf...me habrían matado al nacer, de acuerdo a la Ley de eliminación de genes inferiores.”

Después de colocar su ojo biónico desprendido de nuevo en su cavidad, el brillo en la mirada de Oberstein se dirigió a Reinhard de frente, pareciendo que se dirigía directamente a la propia línea de visión del almirante.

“¿Lo entiende?” Le dijo. “Los odio a todos. Rudolf el grande, sus descendientes y todo lo que han traído con ellos… la dinastía Goldenbaum y el mismo imperio galáctico.”
“Valientes palabras”

Por un momento, el joven mariscal imperial fue dominado por una claustrofóbica tensión en el pecho.

Incluso sospechas ilógicas despertaron en él, ya que se preguntaba si la funcionalidad de los ojos biónicos de Oberstein incluía el poder de abrumar la voluntad de los demás o si quizás había activado algún componente que aplicaba presión psicológica.

Aunque la voz de Oberstein era baja y toda la habitación estaba equipada con dispositivos de insonorización, sus palabras sonaban como un trueno de primavera fuera de temporada.


“El Imperio Galáctico- Y con ello me refiero a la dinastía Goldenbaum- debe ser destruido. Si fuera posible, lo haría con mis propias manos. Sin embargo carezco de la perspicacia , del poder. Lo que puedo hacer es contribuir en el ascenso de un nuevo emperador, eso es todo. Me refiero a usted, excelencia. Al Mariscal Imperial Reinhard von Lohengramm”

Reinhard podía prácticamente oír la ruptura del aire, previa a un trueno; en cada palabra.

“¡Kircheis!”
Mientras se levantaba del asiento, llamó a su más antiguo amigo y consejero. El muro se abrió sin un solo sonido y allí apareció la alta figura del joven pelirrojo. El dedo de reinhard apuntaba a Oberstein.
“Arresta al Capitán Oberstein. Ha mencionado palabras de rebelión contra el imperio. Como soldado imperial no puedo pasarlo por alto”

Los ojos brillantes de Oberstein brillaron con intensidad. El joven pelirrojo había desenfundado su pistila más rápido de lo que parecía humanamente posible, para apuntarla al centro del pecho de Oberstein. Desde sus días de la escuela preparatoria militar, pocos habían superado a Kircheis en puntería.

Incluso si Oberstein hubiera sostenido una pistola y hubiera podido resistirse, hubiera sido inutil.

“Asi que al final….así es su discernimiento...” murmuró Oberstein. Una amarga sombra de decepción y autoreproche se deslizó por una cara que había tenido poco color para empezar. “Bien, vaya por ese camino estrecho unicamente con el Vicealmirante Kircheis para guiarle”

Sus palabras eran parcialmente actuadas y parcialmente sentidas de corazón. Echó un vistazo a la silenciosa figura de Reinhard y entonces se giró a Kircheis.
“ViceAlmirante Kircheis, ¿puede dispararme? Estoy desarmado, como puede ver. Incluso así ¿Puede dispararme?”
Pese al hecho de que Reinhard no había ordenado nada más, Kircheis que seguía apuntando al pecho de Oberstein, había dudado en poner fuerza sobre el dedo del gatillo.

"No puede hacerlo. Ese es el tipo de hombre que es usted. Merecedor de respeto, pero no puede pretender que el respeto por sí solo les ayude en el trabajo de conquista. Cada luz tiene una sombra que la sigue... ¿Nuestro joven Conde von Lohengramm todavía no lo ve?"
Reinhard, que seguía mirando fijamente a Oberstein, hizo un gesto para que Kircheis guardara su arma. Muy levemente, su expresión estaba cambiando.
"Eres un hombre que dice lo que piensa."
"Me honra que lo diga".
“Y el Almirante Seeckt...¡cuanto debe de haberle odiado!¿Me equivoco?”

“El almirante no era un hombre que inspirase lealtad en sus hombres” Respondió Oberstein sin guiñar siquiera un ojo. Supo en ese momento que había ganado su apuesta.
Reinhard asintió.
“Muy bien, entonces. Le compraré a esos nobles”

III
El ministro de asuntos militares, el secretario general de los cuarteles generales y el comandante en jefe de la armada espacial eran conocidos colectivamente como el triunvirato de las fuerzas armadas imperiales. (NDT: el traductor usa en realidad el término “Three directors general of the Imperial armed Forces. Pero me gusta lo de triunvirato. No solo como referencia a la serie, sino a la historia de Roma; así que me ciño a ese término). Para un ejemplo de un hombre que ostentara a la vez los tres cargos sería necesario retrotraerse un siglo al tiempo del principe imperial Ottfried, el único hombre que lo había hecho.

Ottfried también había sido primer ministro imperial, y desde entonces los ministros de estado eran nombrados como primeros ministros interinos, sin emitir nunca un nombramiento oficial para el puesto, siendo la razón que los vasallos tendían a evitar emular cualquier precedente establecido por ese particular Kaiser.


En sus días de principe Imperial, Ottfried había sido un joven capaz y prometedor, pero tras acceder al trono y convertirse en el Kaiser Ottfried III, se vió envuelto en un remolino de repetidas conspiraciones palaciegas que solo daban rienda suelta a sus sospechas. Reemplazó cuatro veces a su Kaiserinne y cinco veces a su sucesor, hasta que al fin, un miedo terrible a morir envenenado causó que se abstuviera de comer casi todo el tiempo. Finalmente murió de hambre teniendo unos cuarenta y algo años de edad.

Los tres miembros del Triunvirato, el ministro de asuntos militares Ehrenberg, el secretario general de los cuarteles generales, Steinhof y el comandante de la armada espacial, Mückenberger entregaron sus dimisiones a la misma vez al primer ministro en funciones, el marqués Lichtenlade, ministro de estado. Hicieron esto para tomar la responsabilidad por la pérdida de Iserlohn.

“No buscan evitar responsabilidades o aferrarse a la posición. Creo que su elegancia en este asunto es digna de ser elogiada. Sin embargo, si los tres puestos quedaran vacantes, eso querría decir que al menos uno de ellos sería para el Conde Lohengramm. Seguramente no quieran pavimentar su camino al ascenso ¿cierto? Están bastante cómodos financieramente, así que ¿por qué no renuncian a su salario el próximo año en su lugar, por ejemplo?”

Cuando el ministro de estado hablo así, el mariscal Steinhon, por cuya cara creció una expresión de angustia, respondió:

“No es que no hayamos considerado eso, pero somos soldados. Lamentaríamos demasiado si dijeran de nosotros si dijeran que nos hemos aferrado a nuestros puestos y nos equivocamos cuando deberíamos haber renunciado. Por favor, acepte nuestras cartas “
A regañadientes, el marqués Lichtenlade se dirigió a la corte y consiguió que el Kaiser Friedrich IV comenzara con las cartas de renuncia de los tres directores generales.

El Kaiser, que había estado escuchando al ministro de estado con la misma apatía de siempre, dió instrucciones a su chambelán para convocar a Reinhard desde su almirantazgo. El problema de convocarlo cuando el problema podría haberse solventado con una llamada de visiofono en minutos, era una de las formalidades que la conspicua demostración de poder del Kaiser, requería.

Cuando Reinhard apareció en el palacio imperial, el Kaiser le mostro al joven mariscal imperial las tres cartas de renuncia, y con la misma entonación que una persona usaría al dejar a un niño escoger un juguete, le preguntó que puesto querría. Después de una breve mirada hacia el ministro de Estado, que estaba de pie sin moverse y con una mirada infeliz en su rostro, respondió Reinhard.

“No puedo despojar a alguien de su cargo cuando no es por un logro propio. La pérdida de Iserlohn fue por los errores de los almirantes Seeckt y Stockhausen. El primero ha pagado sus pecados con su vida y el otro esta ahora mismo en una prisión enemiga. No creo que nadie más deba ser culpado. Humildemente ruego a su majestad que no culpe a los tres jefes del triunvirato.”
“Hmmm. Que magnánimo.”
El Kaiser miró al ministro de estado, que estaba sorprendido ante el inesperado giro de los acontecimientos.
“El conde ha hablado ¿Qué dice usted?”

“Su humilde vasallo está impresionado por la aguda perspicacia del conde, que vá más alla de la habitual sabiduria de la juventud. Los tres directores generales han hecho grandes cosas por la nación, y por mi parte también me gustaría pedirle que se les tratara con amabilidad”
“Si eso es lo que ambos tienen que decir, no administraré ningún castigo duro. Aunque al mismo tiempo, no se puede evitar ningun castigo...”

“En ese caso, Alteza; me pregunto que diría a hacerles renunciar a sus salarios por el siguiente año y entregar esos fondos a la fundacion de apoyo a las familias de los soldados caídos.
“Si, algo asi estaría bien. Le dejo los detalles al ministro de estado. ¿Es todo lo que quiere hablar?”
“Si, alteza”
“En ese caso, ambos pueden irse. Tengo que ir a mi invernadero a cuidar mis rosas.”
Ambos hombres se retiraron.

No pasaron ni cinco minitos, antes de que uno de ellos regresara en secreto. Ya que el Marqués Lichtenlade, de 75 años de edad había vuelto a media carrera, necesitaba un momento para recuperar su aliento. Pero para cuando estuvo frente al jardín de rosas del Kaiser, había recuperado la compostura física.

Allí, entre gruesos muros de arbustos rosales que llenaban el invernadero con salvajes y abundantes espirales de color y fragancia el Kaiser estaba de pie, inmóvil, como un viejo arbol marchito. El anciano aristócrata se le aproximó y cuidadosamente se puso de rodillas.

“Si me permite, Alteza.”
“¿Qué pasa?”
“Digo esto consciente de que puedo ganarme su disgusto, pero...”
“¿Es acerca del conde Lohengramm?”

La voz del Kaiser estaba carente de filo, intensidad o pasión. Era como el sonido de arena llevada por el viento- la voz de un viejo sin vida.

“Quiere decir que le estoy dando demasiado poder y prestigio al hermano pequeño de Annerose”
“¿Su Alteza ya lo sabía?”
Lo que también había sorprendido al ministro de estado había sido lo inesperadamente lucido que había sido el pronunciamiento de esas palabras por parte del Kaiser.
“Ese hombre no conoce el miedo. No se detendra en obtener el poder de un vasallo jefe- quizás se deje llevar y conspire para usurpar el trono ¿Es eso lo que estabas pensando?”
“Solo con la mayor de las reservas he dejado que cruzara mis labios”
“¿Y qué si lo hace?”
“¿Majestad?”

“No es como si la dinastía Goldenbaum hubiera estado presente desde el inicio de la humanidad. Igual que no hay tal cosa como un hombre inmortal, tampoco hay un estado eterno. No hay razon por la que el Imperio galáctico no acabe en mi generación “

Su risa baja y reseca hizo estremecer la médula espinal del ministro de Estado. Las profundidades del vacío que acababa de vislumbrar helaron su alma hasta lo más profundo de su ser.
"Si todo va a ser destruido de todos modos, entonces su destrucción debería ser al menos espectacular..." La voz del Káiser se calló como la cola ominosa de un cometa.

IV
Los jefes del triunvirato debían admitir, aunque a regañadientes , que le debían un favor a Reinhard, aunque les resultara ofensivo. Así que no estuvieron en posición de rechazarle cuando Reinhard les solicitó la exención de responsabilidades del capital Paul von Oberstein en la pérdida de Iserlohn, y su transferencia a su almirantazgo. Apenas podían tomar duras medidas contra otros cuando apenas disfrutaban de la gracia de la generosidad del Kaiser. También estaba el hecho de que no veían la retención o el despido de un capitán como algo importante. En cualquier caso, era un resultado satisfactorio para Oberstein.

Como Reinhard había rechazado los puestos, la opinión entre la élite se había dividido a la mitad entre los favorables -”Sorprendentemente poco egoista ¿no?” y los negativos -”Solo quiere tener buena apariencia de cara al publico”.

Reinhard mismo no prestaba atención a ninguno de los puntos de vista. La dictadura era suya, para tomarla cuando quisiera (NDT. Referencia a la historia de Roma. Cuando el primer triunvirato se disuelve con la muerte de craso, y tras la guerra entre césar y pompeyo, César se nombra Dictador de Roma a perpetuidad) Hasta entonces, simplemente le dejaba los puestos a viejos débiles. Y en cuando a lo que él pretendía,esa clase de posición era solo un trampolin para él.

En el día en que Reinhard asumió el más noble de los roles, no habría satisfacción incluso si tuviera los tres puestos del triunvirato para él solo.

“¿Qué pasa, Kircheis?Parece como si tuvieras algo que decir”
“No estas siendo muy amable ¿no? Pretender no saber lo que es”
“No te enfades. Es sobre Oberstein ¿no? Sospeche un momento que podría ser una herramienta de los altos nobles, pero no es la clase de hombre que los aristócratas puedan manejar. Tiene una mente afilada y demasiadas peculiaridades”
“¿Pero puedes manejarle, Lord Reinhard?”

Reinhard inclinó un poco la cabeza. Cada vez que lo hacía, un mechón de su brillante y dorado cabello se deslizaba hacia el otro lado.

"Hmmm... No espero amistad o lealtad de ese hombre. Sólo trata de usarme para lograr sus propias metas".

Reinhard extendió sus largos y flexibles dedos y tiró juguetonamente del pelo de su mejor amigo, tan rojo como si estuviera teñido de rubíes fundidos. Reinhard hacía este tipo de cosas de vez en cuando cuando cuando no había nadie más cerca. Durante su infancia, describía el pelo de Kirchei según su capricho: cuando se peleaban -un estado que nunca duraba mucho tiempo- decía cosas malas como: "¿Qué le pasa a ese pelo rojo? Parece sangre". Luego, después de que se reconciliaban, él lo alababa, llamándolo "muy bonito, como una llama ardiente".

“Del mismo modo, voy a usarle por su cerebro. Sus motivos son irrelevantes. Si no puedo controlar a un hombre solitario como él, no tengo esperanzas de poder controlar el universo entero ¿No crees?”

La politica no es sobre procesos o sistemas, es sobre los resultados- creía Reinhard.

Tomar el Gobierno de la república galáctica y convertirse en Kaiser no era lo que convertia a Rudolf en inperdonable; era que hubiera usado sus vastos y nuevos poderes para el mas necio de los propósitos: la auto deificacion. Esa era la verdadera cara de Rudolf, un ansia de poder enmascarada de heroismo.¡Qué gran ayuda podría haber sido para el avance de la civilización si tan sólo hubiera usado esos vastos poderes de la manera correcta! En lugar de desperdiciar su energía en conflictos derivados de diferencias políticas, la humanidad podría haber dejado sus huellas por toda la galaxia. Hoy, la humanidad gobernaba sólo una quinta parte de este vasto reino de estrellas, incluso teniendo en cuenta el poder rebelde.

La responsabilidad de este bloqueo en el camino de la historia humana recaía exclusivamente en la melomanía de Rudolf. ¿Un "dios viviente"? Lo mejor que se podía llamar a ese hombre era un demonio propagador de la peste.

Se necesitaba una autoridad y un poder inmensos para destruir el viejo sistema y forjar un nuevo orden. Pero Reinhard no cometería los mismos errores que Rudolf.En Kaiser se convertiría. Sin embargo, no entregaría ese título a sus descendientes.

Rudolf había creído ciegamente en las líneas de sangre y en el gen. Pero no se podía confiar en los genes. El padre de Reinhard no había sido ni un genio ni un gran hombre. Carente tanto de la capacidad como de la voluntad de vivir de acuerdo con sus propios esfuerzos, había sido un inútil que había vendido a su adorable hija a los poderosos para llevar una vida de consuelo y autocomplacencia. Hace siete años, cuando la bebida excesiva y el jolgorio culminaron en la muerte repentina de su padre, Reinhard no había tenido las lágrimas que debería haber llorado. Aunque le había dolido el corazón ver esas lágrimas brillantes cayendo de las mejillas de porcelana de su hermana, su pena y dolor habían sido exclusivamente para su hermana.

Como ejemplo de genes poco confiables,uno no necesita mirar más allá del estado actual de la familia imperial Goldenbaum. ¿Quién iba a imaginar que en el cuerpo decrépito de Federico IV fluía hasta un milímetro de la sangre de Rudolf? La sangre de la Casa Goldenbaum ya estaba nublada y no podía ser reconocida.

Cada uno de los nueve hermanos y hermanas de Friedrich IV estaban muertos. Empezando con su emperatriz, Friedrich IV había fecundado a seis mujeres, por un total de 28 veces. Pero de esos 28, seis embarazos habían acabado en aborto, y nueve en partos de bebés muertos, mientras que de los trece que habían nacido, cuatro habían nacido antes de su primer cumpleaños, cinco habían muerto antes de la edad adulta y dos habían muerto en la adultez. Solo dos hijas seguían vivas: La Marquesa Amalia von Braunschweig y la Duquesa Christine von Littenheim (ndt: En la serie, Braunschweig y Littenheim tienen los títulos invertidos. Me hace gracia) Ambas se habían desposado con poderosos aristocratas de antiguas familias, y de ambas habían nacido niñas.


Aparte de ellas, el principe Imperial Ludwig, que había muerto una vez adulto, había dejado trás de sí un niño. Este era Erwin Joseph, que era en el momento presente el unico niño de la familia imperial. Como apenas tenía cinco años, sin embargo, no había sido nombrado principe todavía.

El Kaiser Friedrich IV que parecía haber absorbido toda la decadencia del palacio en su persona, era para Reinhard nada mas que un objeto de odio amargo y escarnio. Aunque en dos puntos solamente, Reinhard le aprobaba.

El primero era que el Kaiser, tras haber vivido las muertes de muchas amantes como consecuencia de un parto difícil, temía perder a Annerose, y por eso ella nunca se había quedado encinta. Otro factor en esa decisión era la presión de los altos nobles, preocupados por la disputa sucesoria que podría surgir si Annerose fuera a dar a luz. Desde el punto de vista de Reinhard, el pensamiento de su hermana llevando en su vientre a un hijo del Kaiser era demasiado repugnante como para contemplarlo siquiera.

La otra cosa era que el numero de solicitantes del trono fuera tan extremadamente pequeño. El Kaiser solo tenía tres nietos. Todo lo que tenia que hacer era eliminar a esos tres. O podría casarse con una de las nietas, aunque solo fuera por mantener las apariencias.

De cualquier forma, Oberstein probaría su utilidad. Con un entusiasmo y tenacidad oscuros, ese hombre tendería trampas y complots en torno a aristócratas y a la familia imperial y si fuera necesario no albergaría dudas para asesinar a mujeres o niños. Era porque Kircheis había recalcado esto inconscientemente que despreciaba a ese hombre, pero aun así, Reinhard le necesitaba.

Se preguntaba si Annerose y Kircheis le mirarían ahora con amabilidad, por tener necesidad de un hombre como Oberstein. Aun asi, era algo que tenía que hacer.


V
La reunión de estrategia económica del Terrateniente de Phezzan, se celebró en su residencia oficial.

“Finanzas Universo- Una marioneta en la alianza, operada por nuestro gobierno- se ha asegurado derechos de excavación para los yacimientos de gas natural sólido del séptimo y el octavo planetas del sistema Bharatpur” Dijo un ayudante “La cantidad total de reservas extraibles ascienden a 48 millones de kilómetros cubicos, y esperamos alcanzar la rentabilidad en los dos primeros años de explotación”

Como Rubinsky asintió, el ayudante continuó con su informe.

“Tambien, en lo que concierne a la Naviera Santa cruz, una de las compañias de transporte interestelar mas grandes de la Alianza, nuestro porcentaje de acciones que poseemos ha alcanzado un 41.9 %. Como la propiedad se divide entre mas de 20 personas, no se han dado cuenta de lo que pasa. Aun así, hemos superado en participación al fondo estatal de inversiones de la alianza, que esta en lo alto de las listas de accionistas.”

“Bien hecho, pero no te duermas hasta haber alcanzado más de la mitad.”

“Ciertamente. Mientras tanto, en el Imperio nuestra participacion en el capital social de los proyectos de desarrollo agrícolas de la zona estelar de la séptima frontera han sido aprobados. Es ese del que hablamos antes, - Dicen que van a transportar unos 200 quadrillones de toneladas metricas de Agua desde Eisenherz II a ocho mundos áridos e incrementar la población de alimentos en un número suficiente para sostener a 5000 millones de personas.”

“¿Como es el desglose de la participación en el capital social del proyecto ?”

“Nuestro gobierno tiene tres empresas títere que tienen en conjunto un 84% de participacion. Tenemos de facto la propiedad. Ahora, en el asunto de la fabrica de radio metálido de Ingolstadt...”

Después de que Rubinsky hubiera escuchado el resto del informe, envió fuera al ayudante por un rato y se quedó mirando el escenario tras el muro, que mostraba la belleza de un paisje lóbrego y desolado.

En ese momento, todo iba sobre ruedas. En el imperio y la alianza, los líderes parecían pensar que la guerra solo podía hacerse con Naves disparandose unas a otras misiles subluminales en el espacio. Eso signicaba que mientras esos dogmatistas obstinados se veían envuelto en una espiral interminable de asesinatus mutuos, las bases socioeconómicas de ambas potencias caería en manos de Phezzan. Incluso ahora, casi la mitad de los bonos de guerra que ambos países emitían, eran comprados directamente o indirectamente por Phezzan.

En cada rincón del universo donde la humanidad había puesto el pie, Phezzan gobernaba económicamente. Un día, los gobiernos del imperio y de la alianza no harían más que generar beneficios económicos para Phezzan y ejecutar políticas en su nombre. Todavía les llevaría un poco más de tiempo llegar a ese punto, pero cuando esto ocurriera, sólo les quedaría medio paso antes de la fase final de su objetivo....

Sin embargo, la situación política y militar no es, por supuesto, algo que pueda tomarse a la ligera. En resumen, si el imperio y la alianza logran la unificación política de sus vastas hegemonías, la posición especial de Phezzan perdería todo su significado. En la antigüedad, las ciudades comerciales, tanto terrestres como marítimas, habían cedido ante el poder militar y político de las dinastías unificadas recién surgidas, y esa historia probablemente podría repetirse.

Si eso sucediera, el camino que conducía a las metas de Phezzan se cerraría permanentemente. El nacimiento de algo así como un nuevo Imperio Galáctico tenía que ser prevenido por todos los medios necesarios.

Un nuevo Imperio Galáctico ....

El pensamiento le dio a Rubinsky una nueva sensación de tensión. El actual Imperio Galáctico de la Dinastía Goldenbaum ya chirriaba con la degeneración de la edad, y revigorizarlo era casi imposible. Incluso si se separara y se convirtiera en un grupo de pequeños reinos, e incluso si de ahí naciera un nuevo orden, ¿cuántos siglos se necesitarían para que esto ocurriera?

La Alianza de Planetas Libres, por otro lado, había perdido los ideales de su época de fundación y estaba a la deriva en la inercia. El estancamiento de su economía y la falta de desarrollo de su sociedad han dado lugar al descontento de las masas, y no hay fin a la hostilidad por las desigualdades económicas entre los diversos planetas que componen la alianza. A menos que un líder increíblemente carismático apareciera y reconstruyera un sistema de poder centralizado, las cosas seguirían como estaban sin salida a la vista.

Cinco siglos antes, un joven Rudolf von Goldenbaum, con un corpulento cuerpo rebosante de deseo de poder, se había apoderado de la organización política de la república galáctica para convertirse en el sagrado e inviolable Kaiser. Por medios legales, había surgido un dictador. ¿Llegaría el día de su regreso? Si se hiciera cargo de la estructura de poder ya existente, el cambio sería posible en un corto período de tiempo. Incluso si no fuera legal...

Un golpe de estado. Para aquellos que estaban cerca del centro del poder político y militar, existía este método clásico pero efectivo. Sólo por esa razón, la idea tenía su atractivo.

Rubinsky apretó un botón en su consola y llamó a su ayudante.

"¿Las probabilidades de un golpe de estado en ambos países?"

La pregunta del Terrateniente le había sorprendido.

"Si esa es su orden, me ocuparé de la investigación inmediatamente, pero... ¿ha recibido algún tipo de comunicado urgente que sugiera tal cosa?"

"Nada de eso. Se me acaba de ocurrir. Aún así, no hay nada malo en examinar todo tipo de posibilidades".

Es ofensivo que aquellos cuyas mentes y espíritus son tan completamente corruptos puedan hacer lo que quieran con un poder que ni siquiera merecen, pensó el gobernante de Phezzan. Aún así, era necesario que los sistemas políticos del imperio y la alianza continuaran en sus formas actuales por ahora. Al menos hasta el día en que se lograran los verdaderos objetivos de Phezzan, que ni el imperio ni la alianza podrían llegar comprender.

VI
El alto consejo de la Alianza de planetas libres se componía de 11 consejeros. Los miembros incluían al presidente del consejo, el vice presidente (que tambien era jefe del comité de asuntos domésticos) el secretario, el jefe del consejo de defensa, el jefe del consejo de finanzas, el jefe del consejo de Ley y orden, el jefe del comité de recursos naturales, el jefe del comité de recursos humanos, el jefe del comité de desarrollo económico, el jefe del comite de desarrollo de sociedades regionales, y el jefe del comité de Navegación. Todos estaban reunidos en una sala de reuniones en un edificio magnífico cuyos muros exteriores eran de color perla.

La sala de decisiones carecía de ventanas y estaba rodeada de gruesos muros y otras salas, como la Anti Sala (para establecer comunicacion con gente de fuera de la Alianza), la sala de cartas, donde se recopilaban documentos, informes y otros materiales; la sala de inteligencia, para el procesamiento de datos, y la sala de operaciones desde la que se controlaban los mecanismos de la alianza. Además, estas estaban rodeadas en el exterior por la antecámara de los guardias de seguridad, que tenía una forma de Donut que rodeaba todas esas estancias.

“Es esto lo que llamarías un asiento de un gobierno abierto?” Pensó João Lebello, jefe del comité de Finanzas mientras se sentaba frente a su asiento en una mesa redonda de siete metros de diametro. Esto no era algo que hubiera comenzado a pensar de forma súbita, cada vez que pasaba por los rayos infrarrojos del corredor para entrar a esa sala, le asaltaba esa pregunta.

Ese día, durante la reunión del 6 de agosto del año 796 de la era espacial, uno de los asuntos a discutur era la cuestion de la aprobación de una propuesta de plan militar que había sido enviado por los militares. Este plan, que consistía en usar la ocupada Iserlohn como una cabeza de puente para invadir el imperio, había sido entregado al consejo en persona por un grupo de jovenes oficiales de alto rango. Para Lebello, esto apestaba a extremismo.

La reunión comenzó, y Lebello adopttó una fuerte posición contra la expansión de la guerra.
“Es una manera extraña de exponerlo, pero hasta el día de hoy el imperio galáctico y nuestra alianza han mantenido su guerra justo apenas en el rango que nuestras finanzas son capaces de tolerar. Sin embargo...”

Las anualidades de las compensaciones economicas para las familias de los soldados muertos en la batalla de Astarte iba a requerir un desembolso anual de diez mil millones de Dinares. Si las llamas de la guerra fueran a extenderse mas todavía, ni las finanzas nacionales ni la estructura económica del pais en las que estas se apoyaban serían capaces de evitar el colapso fiscal. No importaba tampoco que las finanzas públicas estuvieran en ese momento en Déficit de gasto.

Irónicamente, Yang había contribuido a los problemas financieros. Había hecho 5 millones de prisioneros de guerra en Iserlohn, y solamente el hecho de alimentarlos iba a ser un desenbolso considerable.

“Para apuntalar nuestras finanzas tenemos las elecciones que siempre hemos tenido: incrementar la emisión de bonos o subir los impuestos. No hay otra vía”

“¿Y sobre un incremento de la cantidad de papel moneda?” Preguntó el vice presidente del consejo

“¿Sin los números para respaldarlo? En pocos años siguiendo esa política y los tendríamos que usarlos al peso en lugar de por su valor nominal. Personalmente no quiero ser recordado como el infame economista que no tenía un plan y dio lugar a una era de hyperinflacción”

(ndt: https://en.wikipedia.org/wiki/Hyperinflation_in_the_Weimar_Republic )

“Pero salvo que ganemos la guerra, no podemos asegurar que tengamos un mañana, menos todavía unos pocos años para continuar con esa politica.”

“Entonces en ese caso, debemos poner fin a la guerra misma”

Lebello dijo esas palabras con una voz fuerte y la estancia quedó sumida en un silencio sepulcral.

“Gracias a la estrategia del almirante Yang tenemos Iserlohn. El imperio ha perdido su base de avanzadilla para invadirnos. ¿No creen que es una oportunidad excelente para llevar a cabo un tratado de paz con ellos en términos favorables?”

“Pero esta es una guerra justa contra una monarquía absoluta. No debemos heredar las estrellas junto a esa calaña. ¿Realmente cree que podemos parar solo porque no es economico?”

Algunas personas introdujeron sus propios argumentos en la discusión.

¿Una guerra justa? João Lebello, Jefe del comité financiero del gobierno de la Alianza de planetas libres, se cruzó de brazos, insatisfecho.

Océanos de sangre derramada, bancarrota nacional, masas empobrecidas. Si sacrificios tales como esos eran necesarios para traer justicia, entonces la justicia parecía un dios avaricioso, exigiendo incansablemente un sacrificio tras otro.

“Tengamos un pequeño descanso...” Escucho que decía el presidente en una voz carente de lustre.


VII
Tras un almuerzo la reunión se reanudó.

Esta vez, fue Huang Rui- Jefe del comite de recursos humanos, que tenía responsabilidades administrativas concernientes a educación, empleo, conflictos laborales y seguridad social- quien estaba empleando una aproximación directa al problema. Tambien estaba en contra demás operaciones militares.

“Como jefe del comité de recursos humanos, debo decir...”

Huang era un hombre pequeño, con una voz aguda. Con su complexión rubicunda y sus cortos pero ágiles extremidades, daba la impresion de ser un hombre que tenía energía de sobra.

“Para empezar no puedo sino sentirme incomodo por nuestra situación actual: Hay demasiadas personas de talento que terminan en los militares cuando podrían aydar a crecer a nuestra economia y mejorar nuestra sociedad. Es tambien problematico que las inversiones que hacemos en los campos de educacion y de adiestramiento laboral sigan reduciendose. Como una evidencia de la reduccion de los niveles de habilidad de los trabajadores me gustaría remarcar que los accidentes laborales se han incrementado un 30% en los últimos seis meses. En un accidente que envolvió un convoy de transporte en el sistema lumbino, se perdieron 400 vidas y 5o toneladas de radio metálico. Es posible que los periodos de adiestramientos mas cortos para los astronautas civiles hayan tenido mucho que ver con eso. Ademas tiene graves carencias de personal.”

Tenía una clara y brusca forma de hablar.

“En este punto tengo una propuesta. Del personal técnico que han sido forzados a trabajar para las fuerzas armadas me gustaría que cuatro millones del departamentos de transporte y comunicaciones volvieran a la vida civil. Como minimo.”

La mirada de Huang recorrió a sus compañeros de consejo, para posarse en ultimo lugar en la cara del jefe del comité de Defensa, el consejero Trünicht. Sus ceño se crispó mientras respondía:

“Por favor, no haga demandas irrazonables. Si liberamos a tantos del servicio de retarguardia, la organizacion al completo se desmoronará como un castillo de naipes”

“Así dice el jefe del comité de defensa, pero al ritmo al que vamos, nuestra sociedad y economía se colapsarán antes que los militares. ¿Conoce la edad media de un operador que trabaje en un centro de distribución logística de la capital?”

“...No”
“42”
“No me parece un numero fuera de lo normal”

Huang golpeó la mesa con fuerza.

“¡Porque es una ilusión creada por los numeros reales! El 80” de ellos tienen o bien veinte años o menos, o más de 70. Haces la media aritmética y sale 42, pero la realidades que no tenemos un tronco de técnicos experimentados en sus 30 o sus 40 años de edad. Por toda la maquinaria de nuestra sociedad hay un debilitamiento de aquello que la hace funcionar. Espero haber hecho una profunda impresion en nuestros sabios consejeros, al tratar un asunto tan aterrador como este...”

Huang cerró la boca y volvió a mirar a todo el mundo. Aparte de Lebello, no había nadie que se enfrentara a esa mirada de frente. Uno tenía los ojos hacia abajo, otro despreocupadamente apartaba la mirada, y otro más miraba hacia el alto techo.

Lebello sustituyó a Huang.

"En resumen, ahora es el momento de dejar descansar a la gente y reconstruir sus fuerzas. Con la Fortaleza de Iserlohn ahora en nuestras manos, la alianza debería ser capaz de poner fin a las invasiones del imperio en su territorio. Y esta situación debería mantenerse a medio plazo. Y siendo ese el caso, ¿qué posible necesidad hay de lanzar un ataque de nuestra parte de forma voluntaria?"

Lebello hizo su apelación con fervor.

"Conducir a nuestros ciudadanos a sacrificios aún mayores de los que ya han hecho es abandonar incluso los principios básicos de la democracia. No pueden soportar la carga."

Voces de refutación se alzaron, empezando por la presidenta del Comité de Navegación e Inteligencia, Cornelia Windsor, la única mujer entre los concejales. Acababa de prestar juramento hace una semana.

"No hay necesidad de complacer el egoísmo de los ciudadanos que no hacen ningún esfuerzo por comprender nuestro gran y noble propósito. ¿Y qué gran empresa ha tenido éxito sin sacrificio?"

"Señora Windsor, la gente empieza a preguntarse si estos sacrificios podrían ser demasiado grandes." Lebello dijo esto para contrarrestar un argumento de manual, pero sus palabras no tuvieron ningún efecto.

"No importa cuán grande sea el sacrificio, aunque signifique la muerte de cada uno de nuestros ciudadanos, tenemos algo que debemos hacer."

"Ese ya no es un argumento político." Lebello había levantado la voz sin darse cuenta.

Ignorándolo casualmente, Madam Windsor se volvió hacia los asistentes y, con una voz fuerte que se escuchaba bien en la sala, comenzó a transmitir sus opiniones.

"Tenemos un noble deber. Un deber para derribar el Imperio Galáctico y rescatar a toda la humanidad de su opresión. ¿Cómo puedes decir que estamos caminando en el camino de la rectitud si nosotros, intoxicados con un humanitarismo barato, olvidamos ese gran propósito por completo?"

Con Cuarenta años recien cumplidos, era una mujer atractiva -Graciosa, con una especie de belleza intelectual- y en su voz había un hilo musical. Sólo eso elevó el peligro que Lebello sentía en ella a otro nivel. ¿El heroísmo barato no se agarraba a sus propios tobillos?

Justo cuando Lebello estaba a punto de hacer otro contraargumento, el Presidente Sunford, que había permanecido en silencio hasta ahora, habló por primera vez.

"Tengo algunos materiales aquí. ¿Podría todo el mundo mirar su terminal?"

Todos se sorprendieron un poco y, por un momento, todos los ojos se fijaron en el presidente -a menudo se decía de él que proyectaba "una sombra delgada"- antes de volverse a sus terminales como se les había ordenado.

"Este es el índice general de aprobación del público para este consejo. Definitivamente no es bueno".

El valor mostrado (31,9%) no estaba muy lejos de lo que los asistentes esperaban. No han pasado tantos días desde que el predecesor de la Sra. Windsor cayera en un vergonzoso caso de soborno y, como habían señalado Lebello y Huang, el estancamiento social y económico eera un problema muy grave.

"Y por otro lado, aquí está nuestro índice de desaprobación."

Hubo suspiros en el valor: 56.2 por ciento. No era inesperado, pero la decepción fue inevitable.

Observando las reacciones de todos los presentes, el presidente continuó. "A este ritmo, es dudoso que podamos ganar las elecciones a principios del año que viene. Puedo ver que estamos atrapados entre la facción pacifista y los más fuertes de la línea dura, y que nos quedamos cortos de una mayoría. Sin embargo..."

El presidente bajó la voz. Aunque era difícil decir si esto era intencional o no, fue muy efectivo para atraer la atención de sus oyentes.

"He hecho que la computadora haga algunos cálculos, y es casi seguro que si podemos asegurar una victoria histórica sobre el imperio en los próximos cien días, nuestro índice de aprobación aumentará un 15 por ciento como mínimo."

Hubo un suave revuelo de voces en la habitación.

"Vamos a votar sobre la propuesta militar", dijo Madam Windsor. Después de unos segundos, varias voces se alzaron de acuerdo. Todo el mundo estaba pensando en mantener la presidencia de su comisión frente a volver a la oposición en caso de derrota electorales, y sólo durante este intervalo hubo silencio.

"Esperen un minuto."

Lebello se levantó a medias de su asiento. A pesar de que estaba bajo una lámpara solar, sus mejillas estaban pálidas como las de un anciano.

"No tenemos ese derecho. ¿Lanzar una invasión innecesaria sólo para mantener el poder político?... no se nos ha dado tal derecho..."

Su voz temblaba y se rompía.

"Vaya, dices cosas tan bonitas."

La fría y brillante risa de Madam Windsor resonó. Lebello se quedó sin palabras mientras miraba, atónito al ver a los políticos que estaban a punto de contaminar el espíritu del gobierno democrático con sus propias manos manchadas de sangre.

Desde su asiento, a cierta distancia, Huang miraba a la angustiada figura de Lebello.

"Te lo ruego, por favor, no pierdas los estribos", susurró, y estiró un grueso dedo hacia el botón de votación.

Seis a favor, tres en contra, dos abstenciones. Se requería una mayoría de dos tercios de los votos válidos emitidos para su aprobación, y los votos a favor tenían ese número; acababa de decidirse la invasión del territorio imperial.

Sin embargo, los resultados de la votación conmocionaron a los concejales, no porque la movilización hubiera sido aprobada, sino porque uno de los tres votos en contra había sido emitido por el presidente del Comité de Defensa, Trünicht.

Los otros dos votos, emitidos por el Presidente del Comité de Finanzas Lebello y el Presidente del Comité de Recursos Humanos Huang, eran de esperar. ¿Pero no era Trünicht reconocido por todos un militarista de linea dura?

"Soy un patriota. Pero eso no significa que esté a favor de ir a la guerra en todos los casos. Quiero que todos recuerden que yo estaba en contra de esta movilización".

Esa fue la respuesta que dio a los que lo interrogaron.

Ese mismo día, el Cuartel General de Operaciones Conjuntas rechazó oficialmente la carta de dimisión que había presentado el Contraalmirante Yang Wen-li, emitiendo en su lugar su carta de nombramiento con el rango de vicealmirante.

VIII

"Lo que estás diciendo es que quieres renunciar, ¿verdad?"

La respuesta del Mariscal Sitolet cuando Yang presentó su carta de renuncia no fue muy creativa. Yang, sin embargo, no esperaba exactamente que tomara la carta con una mano mientras que con una floritura de la otra le entregaba su pensión de jubilación y su tarjeta de jubilación, por lo que le hizo el gesto más amable que pudo.

"Pero aún tienes treinta años."

"Veintinueve". Yang puso especial énfasis en los veinte.

"Pero en cualquier caso, ni siquiera has vivido la tercera parte de la esperanza de vida media ¿No crees que es un poco pronto para dejar atrás su vida?"

"Excelencia, eso no es lo que estoy haciendo", objetó el joven almirante. No estaba abandonando su vida; la estaba volviendo a encarrilar. Todo hasta ahora había sido un desvío forzado contra su voluntad. Desde el principio, quiso ser un observador de la historia, no un creador de la misma.

El mariscal Sitolet entrelazó los dedos de ambas manos y apoyó su barbilla de aspecto robusto sobre ellos.

"Lo que nuestro ejército necesita no es su erudición como historiador, sino su competencia y capacidad como táctico. Y lo necesitamos desesperadamente."

¿No me he permitido ya sus halagos una vez? Yang respondió en su corazón. De cualquier manera que él lo mirara, tenía que estar haciendo serios sobrepréstamos en su relación de crédito y débito con los militares. Sólo por tomar Iserlohn, creo que debería tener un pequeño cambio en mi camino, pensó Yang. Sin embargo, el asalto del Director Sitolet se bifurcó en dos frentes.

"¿Qué va a ser de la Decimotercera Flota?"

Ante esta pregunta tan descabellada pero efectiva, la boca de Yang se abrió un poco.

"Esa es su flota, y acaba de formarse. Si dimites, ¿qué les pasará?"

"Bueno, ellos..."

El haber olvidado eso sólo puede describirse como un error descuidado. Había arruinado la operación, tenía que admitirlo. Una vez que te enredaste en algo, volver a soltarte no era un asunto sencillo.

Al final, Yang se retiró de la oficina del director, dejando su carta de renuncia con él, aunque estaba claro que no iba a ser aprobada. Indignado, se dirigió hacia abajo por medio de un ascensor gravitacional.


Sentado en un sofá de la sala de espera, Julian Mintz había estado mirando desinteresadamente a la gente uniformada que pasaba por aquí y por allá, pero cuando vio a Yang a lo lejos, se puso en pie con energía. Yang le había dicho que pasara por el cuartel general de camino a casa desde la escuela ese día. "¿Por qué no salir a comer por una vez? Además, tengo algo que quiero decirte". Eso fue todo lo que le dijo al chico. Quería sorprenderlo: "En realidad, acabo de dejar el ejército. De ahora en adelante, lo que me espera es la vida despreocupada de un pensionista".

Pero ahora, sin embargo, sus planes seguían en el aire, de modo que ese sueño dichoso se había desvanecido en una sola bocanada de la exhalación amarga de la realidad. Bueno, ¿qué le digo ahora? Inconscientemente relajando su ritmo, Yang estaba tratando de encontrar algo cuando una voz del equipo le llamó.

El capitán Walter von Schenkopp lo saludaba. Debido a sus recientes hazañas, Schenkopp estaba a punto de recibir un ascenso a Comodoro.

"Lo vi salir de la oficina del director, Excelencia. ¿Acaso vino a presentar su dimisión?"

"Claro que lo hice. Sin embargo, no hay duda de que será rechazada".

"Yo diría que sí. No hay forma de que el servicio le deje ir". El capitán, que una vez fue ciudadano del imperio, miraba a Yang con una expresión divertida. "Con toda seriedad, quiero que gente como usted se quede en casa, señor. Siempre da en el blanco en su evaluación de la situación, y también tienes suerte. Sirviendo a sus órdenes, puede que nunca me distinga en batalla, pero al menos las probabilidades de supervivencia parecen altas."


Schenkopp estaba tranquilamente hablando de una evaluación de un oficial superior justo delante del hombre.

"He decidido cerrar las cortinas de mi vida muriendo de viejo. Quiero vivir hasta los 150 años, convertirme en un anciano tembloroso, y luego mientras exhalo mi último aliento, escuchar a mis nietos y bisnietos llorando felices por librarse finalmente de mí. No tengo ningún interés en morir en una llamarada de gloria. Por favor, manténgame con vida lo suficiente para hacer eso".

Dicho esto, el capitán volvió a saludar y sonrió a Yang, quien le devolvió el saludo con un ademán desmoralizado.

"Siento haberte hecho perder el tiempo. Mira, el chico apenas puede esperarte".

Cazellnu y Schenkopp poseían por igual una capacidad para nada pequeña para las púas sarcásticas, pero no había ninguna diferencia cuando Julián estaba cerca; tal vez había algo en él que les hacía simplemente solidarios.

Mientras Yang y Julian caminaban uno al lado del otro, Yang miró al niño, incapaz de reprimir un cierto grado de desconcierto avergonzado en su corazón. Fue algo tan extraño.... Experimentar emociones como las de un padre, incluso sin haber estado casado.

El ambiente del restaurante era mucho más relajado de lo que uno podría imaginar de un lugar llamado La Liebre de Marzo. La decoración a la antigua usanza unía todos sus muebles, y también había velas en las mesas cubiertas con telas tejidas a mano, y Yang estaba encantado. Sin embargo, su recompensa por haber descuidado la tarea de hacer una reserva -que apenas valía la pena llamar tarea, puesto que una llamada en el visiphone era suficiente- fue que no se llevaba bien con las pequeñas hadas de la suerte de esa noche.

"Lo siento mucho, pero estamos llenos hasta los tope."

Así que fueron informados solemnemente por un camarero anciano que abundaba en dignidad, físico y hermosas patillas. Yang echó un vistazo al pequeño interior del restaurante, y enseguida quedó claro que el camarero no estaba mintiendo para inclinarse por las propinas. Bajo la tenue iluminación, el resplandor de la luz de las velas parpadeaba rítmicamente en todas las mesas. No se encendían velas para las mesas sin clientes.

"Oh bien. ¿Quieres probar en otro lugar?"

Mientras Yang se rascaba la cabeza pensativamente, alguien se levantó de una de las mesas junto a la pared con movimientos tan refinados como para ser llamado elegante. Era una mujer. Su vestido blanco perla brilló a la luz de las velas, apelando al ojo de Yang con un efecto de ensueño.

"¿Almirante?"

Cuando ella lo llamó, Yang inconscientemente se quedó inmóvil. Su ayudante, la Subteniente Frederica Greenhill, respondió con una ligera sonrisa.

"Hasta yo tengo ropa de civil. Mi padre dice que le gustaría que te unieras a nosotros, si no te importa".

Mientras ella hablaba, su padre se levantó y se paró detrás de ella.

"Buenas noches, Vicealmirante Yang."

En una voz amistosa, el Almirante Dwight Greenhill, subdirector del Cuartel General de Operaciones Conjuntas, le llamó. En el interior, Yang se sintió un poco incómodo al sentarse con un oficial superior, pero en ese momento no había rechazado la invitación.

"Es contraalmirante, Excelencia", dijo Yang mientras saludaba.

"Serás vicealmirante la semana que viene a más tardar. Es mejor que te acostumbres al nuevo título, ¿no?"

"¡Eso es maravilloso! ¿Es eso de lo que querías hablar?" Los ojos de Julian brillaban. "Me lo esperaba, pero aún así, son noticias maravillosas, ¿no?"

"Con una simple risa, Yang se distrajo de emociones extremadamente complejas, se recompuso y presentó a su pupilo a Greenhill y a su hija.

"Ya veo, así que eres el famoso estudiante de honor, ¿no? Y también ganaste la medalla de oro por la mayoría de los puntos conseguidos en la división junior de flyball. Haciéndolo bien en el aula y en la cúpula por igual."

El Flyball era un deporte que se jugaba en una cúpula donde la gravedad se fijaba en 0,15 Gs. Era un deporte sencillo en el que el objetivo era lanzar una pelota a una canasta que se movía a intervalos irregulares a gran velocidad a lo largo de la pared. Sin embargo, el mismo tipo de encanto que se veía en la danza se veía en las figuras que peleaban por el balón en el aire, manejándolo mientras giraba lentamente.

"Julian, ¿es eso cierto?"

El guardián irresponsable de Julián miró al niño, sorprendido, y el niño asintió con la cabeza, con sus mejillas ligeramente rojas.

"El almirante debe ser el único que no lo sabía", dijo Frederica en un tono ligeramente burlón que hizo sonrojar a Yang. "Julian es una celebridad en esta ciudad".

Hicieron sus pedidos. Con tres copas de un vino tinto reserva del 670 y una de ginger ale, brindaron por el premio de Julian Mintz por marcar el mayor número de goles, y luego la comida llevada a la mesa. Fue después de haber traído muchos platos a su mesa que el Almirante Greenhill sacó a relucir un tema totalmente inesperado.

"Por cierto, Yang, todavía no tienes ningún plan para casarte, ¿verdad?"

Los cuchillos de Yang y Frederica chirriaron simultáneamente contra sus platos, y el anciano camarero, un aficionado a la vajilla tradicional china, levantó las cejas inconscientemente.

"Así es. Cuando llegue la paz, lo pensaré".

Sin decir nada, Frederica estaba serruchando con el cuchillo y el tenedor todavía bajados. Había un elemento de violencia muy leve en su manejo de las mismas. Julián miraba a su guardián con gran interés.

"Tenía un amigo que murió y dejó una prometida. Cuando pienso en eso, no puedo... no ahora mismo..."

Habló del Teniente Comandante Lapp, que había muerto en la Batalla de Astarté. El almirante Greenhill asintió con la cabeza y luego volvió a cambiar de tema.

"Conoces a Jessica Edwards, ¿no? Fue elegida como representante en las elecciones especiales de la semana pasada. Para el distrito electoral del Planeta Terneuzen".

Al igual que el Mariscal Sitolet, las coloridas emboscadas de varios frentes también parecían ser el fuerte del Almirante Greenhill.

"¿Oh? Puedo imaginar el apoyo que debe haber recibido de la facción antibélica."

"Así es. Y naturalmente hubo ataques del lado de la guerra..."

"Como, por ejemplo, del Cuerpo de Caballeros Patrióticos?"

"¿El Cuerpo de Caballeros Patrióticos? Escucha, esos tipos son idiotas. Nunca ha valido la pena hablar de ellos. Estás de acuerdo, ¿verdad? ...esta ensalada de gelatina es fantástica".

"Estoy de acuerdo", dijo Yang, en referencia a la ensalada .

Que los Caballeros Patrióticos eran idiotas, Yang estaba dispuesto a permitirlo, pero no se podía decir con certeza que sus acciones exageradas y caricaturescas no eran el resultado de una dirección hábilmente planeada. Después de todo, la joven generación que había apoyado fanáticamente a Rudolf von Goldenbaum, ¿no había sido saludada desde el principio con muecas y sonrisas de lástima por la intelectualidad de la Federación Galáctica?

Quizás a la sombra de una gruesa cortina, fuera de la vista de los asientos de los espectadores, alguien esbozaba una sonrisa satisfecha incluso ahora.


IX

En el camino de regreso a casa, Yang estaba pensando en Jessica Edwards en el asiento de un taxi autopropulsado.

"Quiero seguir adelante, seguir siempre preguntando a los que tienen autoridad:'¿Dónde están? Cuando envían a nuestros soldados a las fauces de la muerte, ¿dónde están? ¿Qué están haciendo...? " "

Ese había sido aparentemente el clímax del discurso de Jessica. Yang no pudo evitar recordar la escena de la ceremonia conmemorativa que tuvo lugar después de la derrota en Astarte. Ni siquiera el presidente del Comité de Defensa, Trünicht, que se enorgullecía de su elocuencia, había podido resistirse a sus acusaciones. Eso solo debe haber sido suficiente para hacerla el centro de todo el odio y la hostilidad de la facción a favor de la guerra. Una cosa era cierta: el camino que había elegido sería un camino más traicionero que el Corredor Iserlohn.

El taxi se detuvo repentinamente. Normalmente, esto nunca debería haber pasado. Los coches nunca se movían de tal manera que la inercia ejerciera una fuerza innecesaria sobre el cuerpo humano, al menos mientras el sistema de control estaba en funcionamiento. Algo muy fuera de lo común acababa de ocurrir.

Abriendo la puerta manualmente, Yang salió a la calle. Un oficial de policía con uniforme azul se acercó corriendo ,con su enorme cuerpo balanceandose pesadamente. Reconoció la cara de Yang y, después de expresar su profunda emoción por poder conocer a un héroe nacional, explicó la situación.

"Se ha producido una anomalía en el ordenador de control de tráfico del Centro Municipal de Control de Tráfico", dijo.

"¿Una anomalía?"

"No conozco los detalles, aparentemente fue un simple error humano que ocurrió durante la entrada de datos. De todos modos, casi todos los lugares de trabajo tienen poca gente experimentada hoy en día, así que este tipo de cosas no son inusuales".

El oficial de policía se rió, pero entonces, ante la mirada directa y hostil de Julián, se obligó a poner en su cara una expresión solemne.

"Ah, pero no es momento de reírse de ello. Debido a esto, cada sistema de transporte público en este distrito va a ser detenido durante las próximas tres horas. Incluso las aceras automáticas y los maglevs están paralizados".

"¿Total?"

"Sí, total".

Por la actitud del oficial, casi parecía que estaba orgulloso de ello. Aunque a Yang le pareció gracioso, no era cosa de risa. Este accidente y las palabras del oficial se sumaron a algo que le provocó escalofríos en el corazón. El sistema que controlaba y dirigía su sociedad se había debilitado de manera alarmante. La influencia negativa de la guerra estaba erosionando constantemente el tejido social, de manera más suave y sin embargo más segura que las pisadas del diablo.

Desde su lado, Julian miró a Yang. "¿Qué hacemos, Almirante?"

"No hay nada que podamos hacer, caminemos", dijo Yang, y así se decidió. "Es bueno hacer esto de vez en cuando. A pie, volveremos en una hora. Será un buen ejercicio".

"Oh, es cierto."

Los ojos del policía se abrieron de par en par ante esto. "¡Oh, no podía dejarle hacer eso! ¿Hacer que el héroe de Iserlohn vuelva a casa con sus propios pies? Enviaré a buscar un coche de tierra o un aerocoche. Por favor, use eso en su lugar."

"No puedo dejar que hagas eso sólo por mí."

"Por favor, no seas tímido."

"No, creo que voy a ser tímido al respecto", dijo Yang.

Le costó un poco de esfuerzo evitar que su desagrado se manifestara en su cara o en su voz.

"Vamos, Julian."

"Sí, sí, señor."

Con esa alegre respuesta, el niño comenzó a dar saltos ágiles y luego se detuvo repentinamente. Yang le miró sospechosamente.

"¿Qué pasa, Julian? ¿No te gusta caminar?"

Quizás su voz era un poco aguda debido a su disgusto residual.

"No, no es eso."

"Entonces, ¿por qué no vienes?"

"Esa es la dirección equivocada."

Yang se dio la vuelta sin decir una palabra. Mientras el comandante de una flota espacial no se equivoque en el rumbo, no hay nada de qué preocuparse. Consideró decir eso, o algo similarmente antideportivo, y luego decidió no hacerlo. La verdad sea dicha, su confianza incluso le falló en ese punto de vez en cuando. Por eso Yang valoraba tanto la precisa gestión de flota de precisión del Comodoro Fischer.

Largas filas de coches maglev parados se extendían para formar largas paredes en las calles, y la gente que no podía hacer nada al respecto caminaba sin rumbo. Yang y Julian se enhebraron tranquilamente entre ellos.

"Las estrellas son realmente hermosas esta noche, Almirante", dijo Julián, levantando su mirada hacia el cielo estrellado. Las luces brillantes de innumerables estrellas formaban patrones demasiado complejos para ser asimilados, y lo atestiguaban con su parpadeo continuo que se reflejaba a través de la atmosfera del planeta.

lo que atestigua con su continuo parpadeo la existencia de la atmósfera del planeta.

Yang fue incapaz de despejar completamente su mente de los malos sentimientos.

Todo el mundo se dirigía hacia el cielo nocturno, tratando de agarrar la estrella que se les había dado. Pero la gente que conocía la posición exacta de su propia estrella era escasa. ¿Y qué hay de mí, Yang Wen-li? ¿He determinado claramente dónde está mi propia estrella? arrastrado por las circunstancias, ¿la he perdido de vista? ¿O podría haberme equivocado todo el tiempo sobre cuál es mi estrella?

"¿Almirante?", dijo Julián con voz clara y cristalina.

"¿Qué pasa?"

"Hace un momento, tú y yo estábamos mirando la misma estrella. Mira, ese azul grande".

"Hmm, esa estrella es..."

"¿Cómo se llama?"

"Está en la punta de mi lengua...", dijo Yang.

Si hubiera empezado a rastrear ese hilo de un recuerdo, seguramente podría haber llegado a la respuesta, pero Yang no tenía ganas de obligarse a hacerlo. No hay la más mínima necesidad de que este chico a mi lado mire a la misma estrella que yo, pensó Yang.

Un hombre debe agarrar una estrella que es para él y sólo para él. No importa cuán desafortunada pueda ser esa estrella.

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