LOGH 8- Muerte en el frente


Capítulo 8: Muerte en las líneas del frente.
I

Durante el primer mes una emoción chispeante constamente acompañaba a todas las flotas de la alianza. Cuando el calor de dicha compañía se enfío, dejando atrás decepción e- incluso peor- impaciencia y ansiesas. Había una pregunta que los hombres no cesaban de preguntarse los unos a los otros – los oficiales en lugares donde ningún soldado podría oírlas y los soldados en lugares libres de oficiales.

¿Por qué el enemigo no se deja ver?

Con la décima flota del vice amirante Uranff a la cabeza, la fuerza aliada había penetrado quinientos años luz en territorio imperial. Doscientos sistemas solares cayeron en sus manos, de los cuales, apenas una treintena estaban habitados, aunque con poblaciones con bajo nivel de desarrollo tecnológico. Un numero cercano a los cincuenta millones de ciudadanos vivían en esos mundos. Los governadores coloniales, nobles fronterizos , oficiales gubernamentales y soldados que supuestamente debían estar gobiernando a esa gente; había huído. Y la alianza virtualmente no había encontrado una resistencia destacable.

“Somos una fuerza de liberación” Eso fue lo que los oficiales de la fuerza de pacificación de la alianza anunciaron a las masas de granjeros y mineros abandonados a su suerte.

“ Os prometemos libertad e igualdad. No sufrireis mas bajo la opresion del despotismo. Tendreis plenos derechos políticos y comenzareis vuestras vidas de nuevo, como ciudadanos libres.”

Pero para su decepción, lo que habían encontrado esperandoles no eran los fervientes aplausos que habían visualizado. La aglomeraciones de gente no mostraban el mas minimo interes, de hecho; y la apasionada elocuencia de los oficiales no parecía afectarles en lo más minimo. Cuando los representantes de los granjeros hablaron, dijeron:

“Antes de que nos den cualquier clase de derechos políticos, prefeririamos que nos dieran el derecho a vivir primero. No tenemos comida. No hay leche para nuestros bebes. Los militares se lo llevaron todo cuando se marcharon. Antes de prometer libertad e igualdad , ¿Pueden prometer pan y leche?”

“Pu-pues claro,” responderían los oficiales, pese a que en su fuero interno quedasen desanimados por esas peticiones prosaicas. Sin embargo, eran una fuerza de liberación. Garantizar las necesidades vitales de multitudes que sufrían bajo el pesado yugo del gobierno imperial era un deber que eclipsaba en importancia al combate. Se repartieron víveres desde el departamento de suministro de cada flota, mientras se hacían nuevas solicitudes de avituallamiento al cuartel general de mando supremo de Iserlohn: El equivalente a 180 días de alimentos para 50 millones de personas, semillas de doscientas variedades de plantas, cuarenta plantas de producción de proteína artificual, sesenta plantas hidropónicas y las naves necesarias para transportarlas.

“Es el minimo necesario para rescatar a la zona liberada de un estado de hambruna perpetua. Estas cifras crecerán se harán cada vez mas grandes, conforme se expanda la zona liberada”

El contralmirante Cazellnu, jefe de personal del servicio de retarguardia de la fuerza espedicionaria dejó escapar un gruñido involuntario ante la vista de ese numero, garabateado en el formulario de reaprovisionamiento. ¿El aquivalente a 180 días de comida para 50 millones de personas? En grano solamente, ascendría a 10 millones de toneladas. Para moverlo, se requerirían 50 naves de transporte de 200.000 toneladas y lo más importante era que esa cantidad excedía por mucho la capacidad de producción y almacenaje de Iserlohn

“Incluso si vaciamos cada almacén de Iserlohn, eso solo ascendría a 7 millones de toneladas. E incluso con las plantas hidropónicas y de producción de proteínas operando a toda capacidad...”

Cazellnu cortó el informe de su subordinado: “No era suficiente. Lo sé”

El plan de reaprovisionamiento, diseñado para los 30 millones de soldados de la alianza, había sido trazado por el mismo Cazellnu y había estado muy seguro de su implementación.

Aunque ahora sería otro cantar, porque además ahora tenian que alimentar a una población no combatiente que casi duplicaba a la totalidad de la fuerza espedicionaria. Sería necesario hacer correcciones al plan para triplicar su escala, y tendría que hacerlo rápido. Cazellnu podía imaginar fácilmente las quejas de los departamentos de aprovisionamiento de las flotas, mientras se forzaban bajo una carga excesiva.

“Aun así, ¿son todos estos oficiales unos completos odiotas?”

Lo que le inquietaba era la nota adjunta al formulario de solicitud: Estas cifras aumentarán constantemente a medida que la zona de liberación se amplíe. ¿No significaba eso que la carga sobre el esfuerzo de reabastecimiento sólo iba a ser mayor? No era el momento del regodeo infantil por la expansión del territorio conquistado. Y además, había una tenue sugerencia de algo más en todo esto, de algo que era aterrador.

Cazellnu solicitó una reunión con el comandante supremo, el mariscal Lobos. En su oficina tambien estaba presente el contralmirante Fork del mando de operaciones. Lo esperaba, puesto que Fork disfrutaba de una mayor confianza por parte del comandante supremo que incluso su jefe de personal, el Almirante Greenhill. Habitualmente se podía ver a Fork, aun lado de su superior, sin perder detalle, y ultimanente habían habladurias sobre que “el comandante supremo es solamente un altavoz para el staff de operaciones. Cuando abre la boca, realmente habla por él el contralmirante Fork”

“Debe ser acerca de las peticiones de los equipos de pacificacion” dijo el mariscal Lobos, acariciandose su carnosa papada. “ Lo que sea, estoy suficientemente ocupado sin lidiar con esto, así que sea rápido.”

Uno no llegaba al rango de mariscal siendo incompetente. Lobos era un hombre que sabía como obtener resultados en el campo de batalla, manejar el papeleo en una oficina, liderar grandes fuerzas y gestionar al personal. O al menos, había sabido hasta cierto punto de los cuarenta y tantos. Ahora, sin embargo su declive era evidente. Sobre todo era muy letárgico y su carencia de energia se hacía notar cuando se requerían un juicio claro, perspicacia y era necesaria tomar una decision. Que era probablemente la razón por la que se permitía al contra almirante Fork que hiciera lo que quisiera, tomando todas las decisiones.

Habían algunas teorias que intentaban explicar la causa de que tan dotado comandante hubiera terminado así. Algunos decían que el agotamiento al que había sometido su cuerpo y mente desde su juventud había resultado en el inicio de una encefalomalacia o reblandecimiento cerebral; otros dijeron que era una enfermedad cardíaca crínica, o que nunca se había repuesto de perder el asiento de director de los cuarteles generales ante Stolet- Los hombres de uniforme desplegaban alas de imaginacion mientras hablaban los unos con los otros.

Cuando esas alas se abrían de mas, surgieron teorias talas como la esa en la que Lobos- que nunca había conocido a una jovencita que no le cayera en gracia- había contraido una terrible enfermedad de una mujer con la que había compartido una noche. Esa tesis particular venía con un extra especial: el clamor de que la mujer que infectado al mariscal con tal enfermedad, era una espia del imperio. Sonrisas perversas aparecían en las caras de aquellos que oían el rumor, tras lo cual, sus hombros se encogerían como si hubieran sentido un escalofrío.

“Sere breve, excelencia. Nuestras fuerzas se enfrentan a una crisis. Una muy seria”

Cazellnu probó a atacar con una estocada directa, para ver como reaccionaba Lobos. El mariscal paró la mano que masajeaba su mentón y dirigió una mirada de duda al jefe de servicio de retarguardia. El contralmirante Fork torció sus labios pálidos ligeramente, pese a que esto era meramente por hábito.

“¿A que viene esto de pronto?”

No había remanente de sorpresa o sobresalto en la voz del mariscal, pero Cazellnu se pregunto si no era posible que no estuviera calmado, sino emocionalmente impedido.

“¿Es consciente de las peticiones de los equipos de pacificacion?- Le preguntó Cazellnu, en un tono que podría haber sido un tanto desagradable.Fork claramente parecía pensarlo, pese a que no dijo nada en alto. Pero la curva de su labio se torció más. Quizás pretendía hacer algo con es o más tarde.

“Los conozco”- Dijo Lobos- “Y yo mismo pienso que piden demasiado, pero con nuestra politica de ocupación...¿que eleccion tenemos?”

“Iserlohn no tiene los suministros en las cantidades que piden”

“Pues haga el pedido a Heinessen. Los contables se volveran histericos, pero no pueden negarse a enviar lo que necesite”

“Si, señor. Lo enviarán. Pero una vez que esos suministros lleguen a Iserlohn, ¿qué piensa que pasará después?”

El mariscal empezó otra vez a masajearse la barbilla. No importa cuanto lo acaricies, no vas a quitarte de encima toda esa grasa, pensó Cazellnu.

“¿Qué quiere decir, Almirante?”

“Quiero decir que el plan enemigo es sobrecargar nuestra capacidad de reaprovisionamiento “- Dijo en un tono de voz bastante áspero, aunque lo que realmente quería hacer era gritarle “¡Es que no puedes verlo!”

“En otras palabras, el enemigo va a atacar a las flotas de transporte y cortar nuestras linear de suministros...¿es esa su opinión como jefe de retarguardia?” Inquirió el contralmirante Fork.

Era desagradable que le interrumpieran, pero Cazellnu asintió.

“Pero todo desde aquí a 500 años luz esta ocupado por nuestras fuerzas. No creo que haya necesidad de preocuparse tanto. Pero ...añadiremos una escolta. Por si acaso.”

“Ya veo. Por si acaso, ¿no?”

Cazellnu dijo aquello con todo el sarcasmo que podía reunir. ¿Que le importaba lo que pensara Fork?

Yang, por favor. Regresa vivo- Pensó Cazellnu llamando a su amigo silencionsamente. No podía dejar de pensar. Es una lucha demasiado estupida como para morir en ella.

II

En heinessen, capital de la alianza, un acalorado debate se desarrollaba entre las facciones que apoyaban y se oponían a las gargantuescas peticiones logísticas de la fuerza expedicionaria.

Aquellos a favor, decian; “El objetivo original de la fuerza expedicionaria era a liberar a un pueblo que sufría de la opresion del gobierno imperial. Rescatar a 50 millones de personas de la hambruna es obviamente un deber moral que debemos llevar a cabo tambien. Y además, cuando la gente sepa que nuestras fuerzas las han salvado, eso, junto a su oposicion al dominio imperial, hará que la opinion publica vire inevitablemente a nuestra alianza. Por razones militares y políticas, las peticiones de la fuerza expedicionaria deberían ser satisfechas, para así entregar víveres a los residentes de la zona ocupada...”

Había, igualmente una contraargumentación:” Esta expedición ha sido pobremente planeada desde el inicio. Solamente el plan, había requerido un desenbolso de 200.000 millones de dinares, un 5.6% del los presupuestos nacionales proyectados para ese año, y más de un 10% de el presupuesto de defensa.

Y aun con solo esos gastos, es seguro que se superara por mucho el presupuesto fijado, una vez que se hagan los asientos reales en la contabilidad nacional. Añadir a estos gastos la aseguracion de la zona ocupada y una provision de viveres para sus residentes, era el prelégomeno de una bancarrota nacional. Por tanto, la campaña debería acabar , pasando a abandonar los territorios ocupados y volver a Iserlohn.Tener la fortaleza en su poder ya era suficiente para bloquear invasiones imperiales...”

(NDT: Hagamos unos numeros rápidos. El presupuesto (que no el pib) ascendería a 3,571 trillones de “Dinares”. El presupuesto militar, a unos 2 billones. Si ponemos que el cambio Dolar/Dinar hipotéticamente hablando, fuese de 1; La alianza se gastaría en el ejército una cantidad que equivale a l doble del pib español, o la 1/6 del de los estados unidos americanos. Por otra parte, el gasto de defensa de esta ultima nacion asciente a 680.000 millones. Casi un billon, en este año de 2019. )

Llamamientos ideológicos, fríos cálculos y emociones se desbocaron, haciendo parecer que el fiero debate no terminaría nunca. Un informe- o mas bien un grito de súplica- llegó desde Iserlohn, para terminar de decidir el asunto: “Al menos dad a nuestros soldados la oportunidad de morir en batalla. Si gastais cada día haciendo nada, solo les esperan deshonrosas muertes por hambruna”

Los suministros fueron reunidos de acuerdo a las peticiones del frente, y fueron enviados. Pero no mucho después, llegaron nuevas peticiones casi identicas a las previas. La zona ocupada se había expandido y el numero de residentes en ella había ascendido al centenar de millones de personas. Naturalmente no había manera de evitar un incremento en el monton de suministros necesarios….

Aquellos que apoyaron las peticiones previas se sintieron humillados, como cabria esperar. Los opositores dijeron entonces “¿No tratamos de deciroslo?¿No veis que no tiene fin? Eran 50 y ahora son 100 millones. Y en poco siempo, 100 se convertirán en 200. El imperio quiere destruir las finanzas de nuestra alianza. El gobierno y los militares han caminado ciegamente hacia esto y no van a poder eludir la responsabilidad. No nos quedan opciones, salvo retirarnos.”

“El imperio usa a civiles inocentes como arma para resistir a nuestras fuerzas de invasion. Es una táctica horrible, pero considerando que lo hacemos en nombre de la liberacion y el rescate, uno solo puede admitir que es una táctica muy efectiva. Deberíamos retirarnos. De otro modo, nuestras flotas colápsarán bajo el peso de todos los ciudadanos hambrientos, y aplastada bajo un contrataque a gran escala cuando no les queden fuerzas”

Así habló Joao Lebello, jefe del comité de finanzas, en el alto consejo. Aquellos que habían apoyado la movilizacion no dijeron una palabra. En su lugar, permanecieron en sus asientos, abatidos o mejor dicho; aturdidos.

La señora Cornelia Windsor, jefa del comité de Inteligencia, había clavado sus ojos en la pantalla cenicienta de una terminal de ordenador, que no mostraba nada. Su atráactivo rostro se había vuelto rígido. En este punto, incluso ella sabía demasiado bien que no había nada más que hacer salvo retirar a las tropas. No se podría hacer nada con los gastos que se habían llevado hasta ese momento, pero las finanzas nacionales no podían aguantar más gastos.

Sin embargo, si se retiraban ahora sin logros militares destacables, ella perdería credibilidad por haber apoyado la intervención. No solo aquellos que se habían opuesto al despliegue desde el inicio, pero aquellos de la faccion pro-guerra que la apoyaban en ese momento, sin duda la harían responsible políticamente por ello, y perdería la silla del consejo que tanto había deseado desde que inició su carrera en política.

¿Que estaban haciendo esos incompetentes en Iserlohn? La señora Windsor estaba dominada por una rabia terrible. Rechinaba los dientes y apretaba los puños, causando que sus hermosas uñas; cuidadosamente cuidadas se hundieran en la palma de su mano.

No había otra opcion salvo la retirada. Pero antes de eso, ¿Y si mostraban a todos una victoria militar sobre la marina imperial? En ese caso, ella podría guardar las apariencias y se podría evitar que la campaña evitara ser considerada como un simbolo de estúpidez y derroche por futuras generaciones.

Ella miró al anciano jefe del consejo. Ese viejo, tan cabezota que ocupaba sin preocuparse el mayor asiento de poder de la nacion…

El jefe del estado, ridiculizado como “aquel al que nadie eligio”. Al final de un juego sin gracia producido por la mecanica de la esfera política, había sido aupado a la cúspide sin realidad ningúna clase de esfuerzo propio, como un pescador que se encontraba a un pajaro playero luchando con una almeja; para tomarlos a ambos con facilidad. He sido engañada para apoyar esto porque habló de las proximas elecciones. Odió al presidente desde el fondo de su corazón por meterla en ese lío.

Por otra parte, el presidente del comité de defensa, Trünicht, se sentía muy bien consigo mismo debido a la claridad de su propia previsión. Había sido obvio para él que las cosas tomarían ese camino. Al presente nivel de fuerza militar y nacional, no había forma posible de que la alianza derrotada al imperio. En un futuro cercano la fuerza expedicionaria conocería la derrota. Una miserable derrota. Y la presente administracion perdería el apoyo de las masas. Sin embargo, El se había opuesto a aquel mal concebido despliegue militar, mostrandose como un hombre de verdadero coraje y discernimiento, no solo resultaría ileso de todo aquello; sino que adquiriria la reputacion de verdadero estadista. Eso solo dejaría como competidores a Lebello y Huang. Pero ellos no tenian apoyos entre los militares o la industria de defensa. Con eso, en ultima instancia la presidencia del alto consejo podría ir a Trünicht.

Era lo que el quería. En su corazón sonreía de satisfacción. Le llamarían “mayor jefe de estado de la historia de la alianza….aquel que derribó al imperio.” Y solo el mismo iba a ser digno de tal honor.

Al final, en la sesion termino por rechazarse la retirada.

“Hasta que alcancemos alguna clase de resultado en el frente, no deberíamos hacer nada que agite a las tropas.” Ese era el argumento de la faccion proguerra, comunicado en un tono de voz ligeramente avergonzado. Ese resultado resultaría en algo maravilloso para trunicht. Aunque, claramente la clase de resultado con el que contaba, era muy diferente de aquel que los halcones esperaban.
III

“Hasta que reciban los suministros desde la patria, cada flota debe procurar los suministros que considere necesario localmente”

Cuando esa directiva fue comunicada a los líderes de cada flota, las caras de volvían rojas de rabia.

“¿Procurar suministros localmente?¡Estan diciendo que nos convirtamos en saqueadores!”

“¿Que demonios piensan los de Iserlohn?¿Acaso piensan que se han convertido en piratas?”

“Cuando la linea de suministro falla, es el primer paso en el camino de una derrota estratégica. Militarmente, es mero sentido común. Intentan de forzar a la fuerzas de la vanguardia para que carguen con la culpa.”

“¿No decía el cuartel general supremo que los sistemas de reaprovisionamiento eran perfectos?¿Que ha pasado con toda esa palabrería?”

“¡Nos estan diciendo que de alguna manera nos procuremos sobre el terreno algo que jamas estuvo ahi en primer lugar!”

Aunque Yang no se unió a este coro de quejas, estaba totalmente de acuerdo con ellas. El Cuartel General de mando Supremo se estaba comportando de una forma extremadamente irresponsable, pero como habían motivos irresponsables detrás del despliegue desde un principio, hubiera sido demasiado esperar que hubiera alguna responsabilidad en su ejecución y operación. Odiaba pensar por lo que Cazellnu debía estar pasando.
Aún así, estamos en nuestro límite, pensó. Gracias a haber seguido alimentando a los habitantes de la zona ocupada, la Decimotercera Flota estaba a punto de llegar al fondo de sus tiendas. El malestar y la insatisfacción del Capitán Uno, el jefe de suministros, explotó:

“Estos civiles no buscan ideales de justicia, solo les importan sus estómagos. Si la marina imperial les trae víveres, se postrarían en el suelo gritando, ‘salve a su majestad el emperador!’ Solo viven para satisfacer sus instintos más básicos. Así que ¿por qué debemos morirnos de hambre para alimentarlos?”

“Para no convertirnos en Rudolf.”

Habiendo respondido unicamente con eso, Yang llamó a la Teniente Frederica Greenhil, y la hizo abrir un canal de comunicacion superliminica con el Almirante Uranff, de la décima flota.

“Bueno,Yang Wen-Li , “Dijo aquel descendiente de aquellos olvidados clanes nomadas de críadores de caballos “es raro oír de ti. ¿Qué ocurre?”

“Me alegro de verle bien, Almirante Uranff.”

Era una mentira. Uranff, de conplexion fuerte y ojos afilados mostraba signos de agotamiento y cansancio. Pese a ser muy alabado como un valeroso comandante, parecía que problemas de una naturaleza completamente diferente a las del valor y la estrategia, habían empujado a ese hombre a sus límites.

Cuando se le preguntó cómo se mantenían sus reservas de víveres, el disgusto de Uranff subió otro escalón.
"Sólo queda una semana. Si no hay reabastecimiento antes de eso, no tendremos otra opción que el requisamiento obligatorio-no, no tiene sentido disfrazarlo- saquear el territorio ocupado. La fuerza de liberación se sorprenderá cuando se entere de eso. Asumiendo que haya ahí abajo algo que saquear."
"Acerca de eso eso, tengo una opinión que me gustaría compartir..." Yang dijo. "¿Qué tal si dejamos estas zonas ocupadas y nos retiramos?"
"¿Retirarme?" Las cejas de Uranff se movieron ligeramente. "¿Sin si siquiera entablar batalla al menos una sola vez? ¿No es eso un poco pasivo?"

"Deberíamos hacerlo mientras podamos. El enemigo está drenando nuestros suministros y esperando que nos muramos de hambre. ¿Y por qué crees que es eso?"

Uranff pensó por un momento. "Lo más probable es que nos golpeen con todo lo que tienen. El enemigo tiene la ventaja de jugar en casa, y sus líneas de suministro serán cortas".


"Hmm..." Uranff era famoso por su audacia, pero no era de extrañar que un escalofrío pareciera haber bajado por su columna vertebral. "Pero si nos retiramos de forma caótica, terminaremos invitando a la ofensiva enemiga, ¿no? En cuyo caso, empeoraríamos mucho las cosas".
"El gran prerrequisito es estar preparado para contraatacar. Si nos retiramos ahora, podemos hacerlo, pero si esperamos a que nuestros hombres y mujeres se mueran de hambre, será demasiado tarde. Lo máximo que podemos hacer es retirarnos ordenadamente antes de que eso ocurra".
Yang presentó su caso con vehemencia. Uranff escuchó en silencio.
"Además, el enemigo tendrá su previsión para el momento en que crea que estemos a punto de morirnos de hambre. Si nos ven retirarnos, y lo interpretasen como una retirada en toda regla para venir a por nosotros, habrían muchas formas de luchar contra ellos. Por otro lado, si piensan que es una trampa porque nos vamos demasiado pronto, bueno, eso también está bien, tal vez podamos retirarnos ilesos. Las probabilidades no son muy altas, sin embargo, y bajarán con cada día que pase".
Uranff pensó en ello, y no tardó mucho en tomar una decisión.
"Muy bien. Probablemente tengas razón. Empezaremos los preparativos para la retirada. Pero, ¿cómo deberíamos informar a las otras flotas?"

"Estoy a punto de llamar al almirante Bucock. Si consigo que se ponga en contacto con Iserlohn, debería tener más peso que si lo hago yo..."
"Muy bien, hagamos que esto pase tan rápido como podamos."
Tan pronto como Yang terminó de consultar con Uranff, llegó un comunicado urgente.
"Ha estallado un motín civil en la zona de ocupación de la Séptima Flota. La escala es extremadamente grande. Fue causado por la suspensión militar de la distribución de alimentos".
Frederica tenía una expresión agonizante y frustrada al dar el informe.
"¿Cómo se las arregló la Séptima Flota?"
"Han reprendido temporalmente usando gas narcótico , pero aparentemente volvió a encenderse en el momento en que los efectos desaparecieron. Probablemente sea sólo cuestión de tiempo antes de que los militares escalen sus métodos de resistencia".


Yang no podía evitar pensar: "Todo esto se ha convertido en una tragedia".
Una invasión de la alianza que se llamaba a sí misma fuerza de liberación -una fuerza para proteger al pueblo- había convertido a las masas en sus enemigos. En esta fase del juego, probablemente ya no había manera de disipar la desconfianza mutua. Lo que significa que el imperio había logrado separar espléndidamente a las fuerzas de la alianza y al pueblo ocupado.
"Absolutamente espléndido, Conde Lohengramm."
Yo no podría haber hecho esto.... llevándolo tan lejos, tan a fondo. Aunque supiera que podía ganar si lo hacía, no podría. Esa es la diferencia entre el Conde von Lohengramm y yo, y esa es la razón por la que me aterra.
Porque algún día, puede ser esa diferencia la que lleve al desastre.…


Cuando el Vicealmirante Bucock, comandante de la Quinta Flota de la Alianza de Planetas Libres, hizo una llamada superlumínica al Cuartel General del Comando Supremo en Iserlohn, fue la cara pálida del Oficial de Estado Mayor de Operaciones Fork la que apareció en su pantalla de comunicaciones.

"Pedí una cita con Su Excelencia el Comandante Supremo. No recuerdo haber dicho que quería hablar contigo.El personal de operaciones no debería meter sus narices en lugares donde no han sido invitados".
La voz del viejo almirante era mordaz. En fuerza y seriedad, no había forma de que Fork se acercara a ella. El joven oficial de estado mayor se quedó atónito por un instante antes de responder con arrogancia: " Las comunicaciones con Su Excelencia el Comandante Supremo, así como los informes y similares, todos pasan por mí. ¿Cuál es su razón para solicitar una cita?"

"No tengo que hablar contigo."
Incluso Bucock olvidó su edad por un momento, asumiendo la postura de alguien que se preparaba para una pelea.

"Entonces no puedo conectarte."
"¿Qué...?"
"No importa cuán alto sea tu rango, tienes que seguir las reglas. ¿Debería terminar esta transmisión?"
Usted mismo inventó esas reglas, ¿no? Pensó Bucock, aunque en este caso no tuvo más remedio que ceder.
"Todos los comandantes de flota en el frente quieren retirarse. Me gustaría obtener el consentimiento del Comandante Supremo en este asunto."
"¿Dijiste "retirarse"?" Los labios del Contraalmirante Fork se retorcieron en la misma forma que el viejo almirante había estado esperando. "El Almirante Yang podría decir algo así, pero no esperaba oír a alguien tan renombrado por su coraje como usted, Almirante Bucock, argumentando por la retirada sin combatir."
"Basta de golpes bajos", dijo Bucock. "No estaríamos en este lío si ustedes no hubieran presentado una propuesta de despliegue tan descuidada en primer lugar. Trata de sentirte un poco responsable".
"Esta es la oportunidad perfecta para matar a la Marina Imperial de un solo golpe. ¿De qué tienes tanto miedo? Si estuviera en tu lugar, no me retiraría".
Ese comentario insolente e irreflexivo desencadenó destellos como supernovas en los ojos del viejo almirante.

"¿Es eso cierto? Bien, entonces cambiaré de lugar contigo. Volveré a Iserlohn, y tú puedes venir al frente en mi lugar".

Los labios de Fork estaban llegando a un punto en el que no podían torcerse más.
"Por favor, no sugiera lo imposible."
"Tú eres el que insiste en las imposibilidades. Y lo estás haciendo sin moverte del lugar seguro en el que estás sentado".
"¿Me está insultando, señor?"
"Estoy harto y cansado de escuchar palabras que suenan elevadas", dijo Bucock. "Si quieres demostrar tu talento, debes hacerlo con una hoja de servicios, no con discursos elocuentes. "¿Qué tal si lo intentas y averiguas si tienes o no lo que se necesita para dar órdenes a otros?"
El viejo almirante se imaginó que podía oír el sonido de la sangre drenándose de la estrecha cara de Fork. Lo que vio, sin embargo, no fue su imaginación. Los ojos del joven oficial de Estado Mayor perdieron la concentración cuando la confusión y el terror se extendieron por sus rasgos. Sus fosas nasales se abrieron, y su boca se abrió en un cuadrilátero doblado. Levantó ambas manos, escondiendo su cara de la vista de Bucock, y después de una pausa de aproximadamente un segundo, se oyó un grito que estaba entre un gemido y un grito.
Bucock miró boquiabierto mientras la imagen del Contraalmirante Fork se hundía debajo de la parte inferior de su pantalla de comunicaciones. En lugar de Fork, vio figuras corriendo de un lado a otro, pero por el momento no había nadie que le explicara lo que estaba sucediendo.

"¿Qué le ha pasado?", le preguntó al teniente Clemente, el ayudante que estaba de pie a un lado.

Pero Clemente tampoco lo sabía.

El viejo almirante tuvo que esperar frente a la pantalla durante unos dos minutos.

Por fin, un joven oficial médico con uniforme blanco apareció en la pantalla y saludó.

"Señor, soy el Teniente Comandante Yamamura. Soy oficial médico. Actualmente, Su Excelencia el Contraalmirante Fork está siendo tratado en la enfermería. Por favor, permítame explicarle la situación".

Algo sobre Yamamura golpeó a Bucock como un poco engreído. "¿Qué le pasa?"

"Ceguera neurogénica provocada por histeria conversiva".

¿"Histeria"?

"Sí, señor. Los sentimientos de frustración o fracaso le causaron una agitación anormal, lo que paralizó temporalmente sus nervios ópticos. Podrá volver a ver en unos quince minutos, pero en momentos como éste es posible que los episodios se repitan una y otra vez. La causa es psicológica, así que a menos que la causa pueda ser eliminada..."

"¿Qué se puede hacer al respecto?" Preguntó Bucock.

"No debes oponerte a él. No debes engendrar en él ningún sentimiento de fracaso o derrota. Cada uno debe hacer lo que dice, y todo tiene que ir a su manera".

"¿Habla en serio, Oficial Médico?"

"Estos son síntomas que a veces vemos en niños pequeños que crecen en ambientes donde siempre se salen con la suya y desarrollan egos anormalmente grandes. No es un problema del bien y del mal. Lo único importante es que su ego y sus deseos sean satisfechos. Por lo tanto, no será hasta que los almirantes se disculpen por su grosería, lo den todo en la ejecución de su plan, y se den cuenta de la victoria para que se convierta en un objeto de alabanza... que la causa de su enfermedad se resolverá".

"Bueno, estoy muy agradecido de oír eso." Bucock no estaba de humor para perder los estribos. "Así que treinta millones de soldados tienen que pararse en las fauces de la muerte para curar la histeria de este tipo... Es maravilloso. Estoy tan conmovido que creo que me voy a ahogar en un mar de lágrimas".

El oficial médico esbozó una débil sonrisa. "Si nos centramos en el único punto de curar la enfermedad de Su Excelencia el Contraalmirante Fork, eso es lo que hará falta. Si ampliamos nuestra visión para incluir a todo el ejército, se presenta una forma diferente de resolver el problema, naturalmente".

"Exactamente, debería dimitir", ladró el viejo almirante. "Puede que sea lo mejor que haya pasado. Los militares imperiales estarían bailando de alegría si supieran que el estratega a cargo de treinta millones de tropas tiene la mentalidad de un niño llorando por chocolate".

Después de una ligera vacilación, Yamamura dijo: "En cualquier caso, no estoy autorizado a hablar de ningún asunto fuera de su condición médica. Pondré en la línea a Su Excelencia el Jefe del Estado Mayor Conjunto..."

La boda no oficial de políticos que esperaban una victoria electoral y un joven soldado brillante dado a los ataques infantiles de histeria ha resultado en la movilización de treinta millones de soldados. Tendrías que ser un masoquista autointoxicado o un belicista serio para escuchar eso y realmente querer luchar con más ahínco; pensó Bucock asqueado

"Almirante..." El hombre que reemplazó al oficial médico en la pantalla de comunicaciones fue el almirante Greenhill, el jefe de estado mayor adjunto de la fuerza expedicionaria. Había una profunda sombra de ansiedad en su apuesto y caballeroso rostro.

"Bueno, Almirante Greenhill, siento molestarle en un momento tan ocupado como este." Una de las virtudes del viejo almirante era que la gente no podía odiarlo, incluso cuando era abiertamente sarcástico.

Greenhill sonrió de la misma manera que el médico de la marina. "Yo también lamento que hayas tenido que ver algo tan desagradable. Necesitaremos la sanción del Comandante Supremo, pero creo que le daremos al Contraalmirante Fork un poco de tiempo para que descanse y se recupere, de inmediato…"

"En ese caso, ¿qué hay de la propuesta de la 13ª Flota de retirada? Estoy 100% a favor. Los hombres del frente no están en condiciones para el combate, ni mental ni físicamente".

"Espera un momento. Esto también requiere la sanción del comandante supremo. Por favor, comprenda que no puedo darle una respuesta de inmediato".

El Vicealmirante Bucock le echó una mirada que decía que ya estaba harto de respuestas burocráticas.

"Sé que esto puede sonar indiscreto, Almirante, pero ¿ podría hablar directamente con el Comandante Supremo?"

"El comandante supremo está echandose una siesta ahora mismo", dijo Greenhill.

Las cejas blancas del viejo almirante se juntaron, y parpadeó rápidamente. Luego, lentamente, preguntó: "¿Qué acaba de decir, Almirante?"

La respuesta del Almirante Greenhill fue aún más solemne. "El comandante supremo está tomando una siesta. Sus órdenes son no despertarle por nada salvo por causa de un ataque enemigo, así que le transmitiré tu petición cuando despierte. Por favor, espere hasta entonces."

A eso, Bucock no intentó responder. Sus cejas temblaban tan ligeramente que el movimiento era casi indetectable. "Muy bien. Lo entiendo muy bien."


Pasó más de un minuto antes de que el viejo almirante continuase, con una voz de emoción muy contenida. "Sólo estoy llevando a cabo el deber que tengo como comandante de primera línea hacia la vida de mis subordinados. Gracias por las molestias. Cuando el comandante supremo despierte, dígale que Bucock llamó y espera que haya tenido sueños placenteros".

"Almirante..."

Bucock cortó la transmisión desde su extremo, mirando con una pesada expresión a la pantalla de comunicación, que había mutado en una monótono sombra de color blanco grisáceo.

IV

Reinhard terminó de leer el informe del equipo de reconocimiento, asintió una vez y convocó al vicealmirante pelirrojo Siegfried Kircheis. A él le asignó una misión de gran importancia.
"Una flota de barcos de suministros será enviada desde Iserlohn al frente. Esa es la línea de vida del enemigo. Toma todas las fuerzas que te he dado y aplástalo. Dejaré los detalles a tu propia discreción."
"Como desees."
"Usa cualquier inteligencia, organización y suministros que necesites."
Kircheis saludó, se dió la vuelta y empezó a irse, pero Reinhard de repente le detuvo. Su amigo miró hacia atrás con desconfianza, a lo que el joven mariscal imperial le dijo: "Esto es por la victoria, Kircheis".
Reinhard lo sabía. Sabía que Kircheis criticaba la durísima táctica que había empleado de dejar morir de hambre a la población de los territorios ocupados para encadenar las manos y los pies del enemigo. No se notaba en la cara de Kircheis, y mucho menos en sus palabras, pero Reinhard lo entendía demasiado bien. Sabía la clase de hombre que era Siegfried Kircheis.


Kircheis saludó una vez más y abandonó la habitación. Entonces Reinhard informó al resto de los almirantes.
"Mientras el Almirante Kircheis noquea a la flota rebelde, nuestras fuerzas lanzarán un ataque total. En ese momento, publicaré un informe falso de que la flota de reparto fue atacada, pero ahora está a salvo. Eso es para evitar que la fuerza rebelde pierda su última esperanza y recurra a las acciones de un animal acorralado. Al mismo tiempo, también es para evitar que se den cuenta de que hemos pasado a la ofensiva. Naturalmente se darán cuenta en algún momento, pero cuanto más tarde, mejor".


Miró al hombre que estaba sentado a su lado. Antes, siempre había sido un joven alto y pelirrojo a su lado. Ahora era un hombre con el pelo medio plateado, Paul von Oberstein. Aunque él mismo había tomado la decisión de poner a Oberstein allí, aún se sentía un poco extraño.


"Además, nuestro cuerpo de suministros proporcionará alimentos a la población en el momento en que se recuperen los territorios ocupados. Aunque esto fue permitido para oponerse a la invasión rebelde, nunca fue el deseo de nuestro ejército el llevar a los súbditos de Su Majestad a la inanición. Además, esta es una medida necesaria para demostrar a los residentes de la frontera que sólo el imperio es lo suficientemente responsable para gobernarlos".
La verdadera intención de Reinhard no era ganar corazones y mentes para el imperio, sino para sí mismo, aunque no había necesidad de salir de su camino para decirles eso aquí y ahora.

La flota de transporte de la alianza, bajo el mando del Almirante Gledwin Scott, consistía en cien buques de transporte de la clase de cien mil toneladas y veintiséis naves de escolta. En cuanto al número de escoltas, el Contraalmirante Cazellnu, jefe de personal del servicio de retaguardia, había argumentado: "Eso no es suficiente, al menos dales cien", pero la petición había sido denegada.
Las razones dadas habían sido que el imperio parecía poco probable que enviara una fuerza muy grande para atacar una flota de transporte y que despachar demasiados barcos dejaría a las fuerzas de seguridad de Iserlohn sin personal suficiente.
¿Qué clase de excusa es ésa, cuando estás sentado lejos de las líneas del frente en una fortaleza "inexpugnable"? Cazellnu estaba tan enfadado que estaba a punto de estallar.

El almirante Scott era mucho más optimista que Cazellnu. Cuando Cazellnu le dijo justo antes de la partida que buscara enemigos, Scott se había desentendido de la amonestación, e incluso ahora no estaba en su puente, sino en su camarote disfrutando de una partida de ajedrez tridimensional con un subordinado.
Cuando el oficial de Estado Mayor de la flota, el Comandante Nikolsky, vino a buscarlo, su cara estaba blanca como una sábana. Scott, que estaba a punto de poner a su oponente en jaque, preguntó enfadado: "¿Pasa algo en el frente? Oigo mucho ruido ahí fuera."

"¿En el frente?" El comandante Nikolsky miró a su comandante, incrédulo. "Este es el frente. ¿No lo ve, Excelencia?"
Sostenido en la punta de sus dedos, un pequeño panel conectado a la pantalla principal del puente mostraba una nube de luz blanca en rápida expansión.
El Almirante Scott se quedó sin palabras por un momento. Ni siquiera él podía creer que eran amistosos. Una fuerza enemiga sorprendentemente grande les estaba envolviendo.
"Tantos..." Scott finalmente se fue. "¡No puedo creerlo! ¿Por qué tantos para una miserable flota de transporte?"
Mientras corría por el pasillo hacia el puente en un coche impulsado por hidrógeno conducido por Nikolsky, el almirante no paraba de hacer preguntas estúpidas. ¿No entiendes el sentido de tu propia misión? Nikolsky estaba a punto de responder, cuando el grito de un operador resonó abruptamente por los altavoces del pasillo:
"¡Múltiples misiles enemigos, acercándose!"
Un instante después, su voz se convirtió en un verdadero grito.
"¡Incapaz de responder! ¡Son demasiados!"

El buque insignia imperial Brünhild-
Un oficial de comunicaciones se levantó de la silla de su estación y se volvió hacia Reinhard, con la cara sonrojada de la emoción. "¡ Tenemos un mensaje del Almirante Kircheis! Buenas noticias, señor. Flota de transporte enemigo aniquilada. Además, veintiséis buques de escolta fueron destruidos. Las pérdidas de nuestro bando se limitan a un acorazado con daños moderados y catorce valquirias..."
Gritos de alegría llenaron el puente. Aunque las repetidos retiradas de la Armada Imperial habían nacido de una necesidad estratégica, no obstante habían estado en retirada desde la caída de Iserlohn, y para sus soldados, esta era la emoción de la victoria que hacía tanto tiempo que no experimentaban.

"Mittermeier, Reuentahl, Wittenfeld, Kempf, Mecklinger, Wahlen, Lutz: sigan el plan y golpeen a las fuerzas rebeldes con todo lo que tengan."
Ordenó Reinhard a los almirantes reunidos que estaban esperando para cumplir sus órdenes.

Los almirantes respondieron con un caluroso "¡Sí, señor!" y estaban a punto de partir hacia el frente cuando Reinhard los llamó a todos a un alto y ordenó a un asistente que trajera vino para cada uno de ellos. Era una celebración anticipada de su victoria.
"La victoria ya está asegurada. Pero más que eso, tenemos que hacer que esta victoria sea perfecta. Las condiciones son las propicias para ello. No permitan que esos rebeldes advenedizos regresen vivos a casa. Que el favor de nuestro gran señor Odín esté sobre Ustedes. Prosit!" (Ndt: En aleman, Salud)
"¡Prosit!", gritaron los almirantes a coro. Luego, después de drenar sus vasos, los arrojaron al suelo como era costumbre. Innumerables fragmentos de luz danzaron brillantemente sobre el suelo por un instante.

Después de que los almirantes se marchasen, Reinhard miró fijamente a su pantalla. Allí pudo ver un grupo de luces estériles e inorgánicas que eran infinitamente más frías y distantes que las manchas de luz dispersas en el suelo. Sin embargo, adoraba esas luces. Fue para apoderarse de esas luces y hacerlas suyas que él estaba donde estaba ahora mismo....

V
10 de octubre del calendario estelar, 16:00

El Almirante Uranff, quien estaba posicionando su flota en órbita sobre el Planeta Lügen de acuerdo a la estabilización del gradiente de gravedad, podía decir que el ataque enemigo se aproximaba. De los veinte mil satélites de reconocimiento que se habían colocado en toda la región, cerca de cien de ellos en la dirección de las dos en punto habían dejado de transmitir imágenes después de mostrar innumerables puntos de luz.
"Aquí vienen", murmuró Uranff. Sintió una corriente de tensión que lo atravesó hasta llegar a sus nervios terminales. "Operadora, ¿cuánto falta para el contacto con el enemigo?"

"Entre seis y siete minutos, señor".

"Muy bien, entonces. Prepárense para una guerra total. Oficial de comunicaciones: enviar mensajes al Cuartel General del Comando Supremo y a la Decimotercera Flota. "Nos hemos encontrado con el enemigo. ”
Sonaron las alarmas, y las órdenes y las respuestas volaron de un lado a otro a través del puente de la nave insignia.
"La Decimotercera Flota eventualmente vendrá a ayudarnos", dijo Uranff a sus subordinados. "Así es Milagro Yang. Cuando eso suceda, podemos atrapar al enemigo con una pinza. No dudeis de nuestra victoria."

A veces los comandantes tenían que hacer creer a sus subordinados cosas que ellos mismos ni siquiera creían. Yang probablemente estará bajo el ataque de múltiples enemigos al mismo tiempo que nosotros y no tendrá el lujo de venir a ayudar a la Décima Flota, pensó Urannf.
El ataque masivo de la Marina Imperial había comenzado.
La Subteniente Frederica Greenhill miró a su oficial al mando, con tensión evidente en su cara blanca.

"¡Excelencia! Hay un mensaje superlumínico del Almirante Uranff."

"¿Están siendo atacados?"

"Sí, señor. Dice que el combate con el enemigo comenzó en 16:07."

"Así que por fin ha empezado…"

Una alarma sonó en ese momento, ahogando el final de sus palabras. Cinco minutos más tarde, la decimotercera flota intercambiaba disparos con una fuerza imperial dirigida por el almirante Kempf.

"¡Misiles enemigos acercandose desde las once en punto!"

Al grito del operador, el capitán Marino, capitán del buque insignia Hyperion, respondió con rapidez: "¡Expulsen los señuelos! ¡Apunten a las nueve en punto!"

Yang permaneció en silencio y se concentró en su propio trabajo, que era el mando operativo de la flota. La defensa y el contraataque a nivel de nave individual era la tarea de la capitán; si un comandante de flota se involucrara en esa medida, en primer lugar, sus nervios nunca se mantendrían.
Los misiles con ojivas de fusión activadas por láser cayeron sobre ellos como perros de caza feroces.

Para contrarrestarlos, se dispararon cohetes señuelo. Estos emitieron enormes cantidades de calor y radiación electromagnética para engañar a los sistemas de detección de los misiles. Los misiles del grupo giraron sus narices en ángulos agudos y fueron tras los señuelos.

Un resplandor ominoso llenaba constantemente el vacío negro mientras la energía chocaba con la energía y la materia chocaba contra la materia.

"¡Espartanos, prepárense para el lanzamiento!"

La orden fue transmitida, y una agradable tensión recorrió las mentes y los cuerpos de varios miles de tripulantes de cazas espartanos. Eran niños que podían hacer que el dios de la guerra Ares concediera sus peticiones. Eran poseedores de una confianza feroz en sus habilidades y reflejos, para quienes el miedo a la muerte no era más que un objeto de ridículo.

"¡Muy bien, salgamos y demos la vuelta!"
El hombre que dio este grito entusiasta a bordo del buque insignia Hyperion era el piloto ás, Teniente Waren Hughes.

En el Hiperión habían cuatro ases. Además de Hughes, estaban los tenientes Salé Aziz Cheikly, Olivier Poplin e Ivan Konev. Para mostrar sus títulos, cada uno tenía una marca de as de picas, diamantes, corazones o palos pintados con pintura especial en el casco de su spartaniano favorito. Tener el valor suficiente para pensar en la guerra como un deporte era probablemente uno de los factores que los había mantenido vivos durante tanto tiempo.

Después de saltar a su espartano, Poplin gritó al mecánico: "Voy a derribar cinco, ¡así que empieza a enfriar el champán!"

Pero la respuesta no fue la que esperaba:

"No hay forma de que eso suceda, pero al menos te traeré un poco de agua".

“Al menos intenta seguirme la corriente"Poplin refunfuñó, mientras él y los otros tres salían en pirueta hacia el espacio. Las alas de los espartanos brillaban con tonalidades arco iris, reflejando la luz de explosiones lejanas. Los misiles se precipitaron hacia ellos con intenciones hostiles, y las laséres enemigos salieron a su encuentro.

"¿Crees que puedes golpearme?" Gritó Poplin.

Los cuatro hombres estaban haciendo alardes similares. Era el orgullo de los guerreros que habían cruzado las líneas de la muerte muchas veces y aún así vivían para contar la historia que les hacia tenerlo.

Alardeando de habilidad divina, se balancearon bruscamente, esquivando los misiles. Los esbeltos troncos de los misiles intentaron seguirlos, pero incapaces de soportar el cambio repentino de la fuerza G, se separaron de sus centros. Más adelante, las valkirias imperiales bailaban a la vista, inclinando sus alas hacia adelante y hacia atrás como si estuvieran burlándose mientras venían en busca de un combate aéreo.

Hughes, Cheikly y Konev las despacharon con gusto, y una por una, las naves enemigas explotaron en bolas de fuego.

Sin embargo, uno de los ases de la alianza, Poplin, estaba rojo de ira y sospecha. A una velocidad de 140 rondas por segundo, disparaba al enemigo con balas recubiertas de uranio-238 . Estos tenían una excelente habilidad para perforar armaduras y se sobrecalentaron y explotaron al golpear un blanco; sin embargo, todos sus tiros fueron absorbidos por el vacío, sin golpear nada.

Sin su ayuda, los otros tres ya habían hecho la primera baja, destruyendo un total de siete combatientes enemigos.

"¿Qué pasa contigo?" El Vicealmirante Kempf, oficial al mando de la fuerza imperial, dijo con una fuerte exhalación de desprecio.

Kempf era un as del pilotaje, un héroe de muchas batallas que en su valkiria de alas plateadas había arrojado docenas de naves enemigas a los pies de la Parca. Aunque era extremadamente alto, la anchura de su cuerpo era tal que la gente no se daba cuenta. Su pelo castaño estaba cortado al rapé.

"¿Por qué pierdes el tiempo con enemigos como ése? Formen formaciones de media-envoltura a sus astas y llévenlos al campo de tiro de los acorazados!"

Esas instrucciones dieron justo en el blanco. Tres valkirias asumieron una formación de medio desarrollo a popa del espartano del Teniente Hughes y hábilmente maniobraron hasta el rango de fuego de un acorazado. Al darse cuenta del peligro, Hughes se inclinó bruscamente y envió una lluvia de balas U-238 a la cabina de un combatiente enemigo, y luego trató de atravesar el hueco que había abierto. Sin embargo, no había tenido en cuenta los cañones auxiliares del acorazado enemigo. Los láseres le golpearon...borrando a Hughes y a su nave de este mundo de un solo disparo.

Cheikly también fue derribado usando la misma táctica. Los dos ases restantes apenas lograron deshacerse de sus perseguidores, y se metieron en un punto ciego de los cañones de los acorazados.

El sentido de autoestima de Poplin había sido herido sin remedio. Ya era suficientemente malo que Konev hubiera enviado a cuatro enemigos a la tumba, pero Poplin, incapaz de derribar a un solo enemigo, no había hecho otra cosa que correr, esquivando de un lado a otro.

Cuando descubrió la razón por la que ni un solo disparo había dado en el blanco, su dolor se convirtió en furia. Cuando regresó a la nave nodriza, saltó de la cabina, corrió hacia un mecánico y lo agarró por el cuello.

"¡Traigan a ese jefe de mecánicos asesino! ¡Voy a matarlo!"

Cuando el Teniente Técnico Toda, el jefe de mecánicos, vino corriendo, Poplin dandole rienda suelta a su rabia.

"¡Las miras de mis armas están de nueve a doce grados fuera! ¡¿Les has hecho siguiera el mantenimiento apropiadamente, ladrón de sueldo?!"

Las cejas del teniente Toda se elevaron.

"Hago mi trabajo, los cuido bien. Después de todo, un humano se puede hacer gratis, pero una nave de combate cuesta mucho dinero".

"¿Se supone que eso es gracioso, imbécil?"

Poplin tiró al suelo su casco de piloto; se levantó del suelo y se elevó por los aires. Los ojos verdes de Poplin ardían de rabia. En contraste, la mirada de Toda se estrechó y agudizó. "¿Quieres dar una vuelta por ahi, libélula?"

"Adelante. He perdido la cuenta de cuántos imperiales he matado, pero cada uno de ellos era mejor hombre que tú. Incluso te daré una ventaja: una mano es suficiente para gente como tú".

"¡Escúchate! ¡Intentando culpar a otro por tus propios errores!"

Habían gritos dirigidos a ellos para que se controlaran, pero para entonces los puñetazos ya estaban volando. Se intercambiaron golpes dos o tres veces, pero finalmente Toda, empujado a una lucha puramente defensiva, empezó a tambalearse. Justo cuando el brazo de Poplin retrocedía de nuevo, sin embargo, alguien lo agarró.

"¡Basta ya, tonto!", dijo un disgustado Comodoro Schenkopp.

Las cosas se calmaron de inmediato. No había nadie que no reconociera al héroe de la captura de Iserlohn. Aunque, naturalmente, para el propio von Schenkopp, fue terriblemente decepcionante no tener ningún otro papel en la lucha más que este.

El oficial al mando de la fuerza imperial que atacaba a la Décima Flota de Urannf era el vicealmirante Wittenfeld. Tenía el pelo anaranjado, largo y ojos marrones claros, y su cara estrecha parecía algo desequilibrada con la firmeza de su cuerpo. Su comportamiento combativo se podía ver en sus cejas arrugadas y en el brillo feroz de sus ojos.

Además, todas las embarcaciones bajo su mando estaban pintadas de negro y conocidas colectivamente como Schwarz Lanzenreiter, o Lanceros Negros. Esta fuerza era la encarnación misma de la fuerza rápida y violenta. Uranff había librado una dura y astuta batalla, causando un flujo constante de daño a esta fuerza. Sin embargo, había tomado la misma cantidad de dinero a cambio, no en porcentaje, sino en términos de números brutos.

Wittenfeld tenía una fuerza mayor que Uranff, y además, sus tropas no habían pasado hambre. Tanto el oficial al mando como sus subordinados estaban frescos y llenos de energía, y aunque estaban sufriendo muchas bajas, por fin lograron envolver por completo a la flota de la alianza. La Décima Flota, incapaz de avanzar o retirarse, no tenía forma de evitar el fuego concentrado de la flota de Wittenfeld.

"¡Fuego a discreción! "¡Si disparas, seguro que le dais a algo!"

Los oficiales de artillería de la fuerza imperial hicieron llover un monzón de rayos de energía y misiles sobre los barcos densamente agrupados de la flota de la alianza.

Los campos de neutralización energética se rompieron, y los cascos fueron golpeados por impactos insoportables. Los golpes finalmente irrumpieron en el interior de las naves, llenándolas de explosiones, y los soldados y oficiales fueron vaporizados por vendavales calientes y asesinos. Arrastrados por la gravedad planetaria, naves destrozadas que habían perdido propulsión estaban cayendo. Entre los habitantes del planeta, los niños olvidaron por un momento su hambre, cautivados por la belleza ominosa de las innumerables estrellas fugaces que gritaban a través del cielo nocturno.
VI

El potencial armado de la Décima Flota estaba casi agotado. Las condiciones eran terribles: El 40 por ciento de las naves se habían perdido, y la mitad de las naves restantes no podían seguir luchando.

El Contraalmirante Cheng, jefe de personal de la flota, se volvió hacia el comandante con la cara blanca como una sábana.

"Excelencia, ya no es posible continuar las operaciones de combate. Todo lo que podemos hacer ahora es decidir si rendirnos o huir".

"Así que es una deshonra o la otra, ¿no?" El Vicealmirante Uranff dijo, con una pizca de auto-desprecio. "Rendirme no está en mi naturaleza. Intentemos correr. Transmite la orden a todas las naves"

Pero incluso para correr, tendrían que abrir un camino sangriento a través de las líneas enemigas. Uranff reorganizó su fuerza restante en una formación de huso y la golpeó de golpe contra un punto del cerco. Uranff sabía cómo concentrar su fuerza y usarla.

Utilizando esta audaz e inteligente maniobra, logró sacar a la mitad de sus subordinados de las fauces de la muerte. Sin embargo, él mismo murió en combate. Su buque insignia había permanecido en el cerco hasta el final, y en el mismo momento en que intentó abrirse paso, recibió un impacto directo de un rayo enemigo en uno de sus tubos de misiles y voló en pedazos.

A lo largo de las líneas de batalla, las fuerzas de la alianza se tragaban la amarga sopa de la derrota.

El Vicealmirante Borodin, comandante de la Duodécima Flota, bajo el asalto del Vicealmirante Lutz, había luchado hasta que le quedaron apenas ocho naves, y cuando tanto la batalla como la huida se hicieron imposibles, se disparó a sí mismo en la cabeza con su propio blaster. El comando de la flota había pasado al Contraalmirante Connally, quien se retiró y se rindió.

Las otras flotas también estaban bajo ataque -la Quinta Flota de Reuentahl, la Novena de Mittermeier, la Séptima de Kircheis (que ya había destruido la flota de transporte), la Tercera de Wahlen, y la Octava de Mecklinger- y se habían amontonado al momento de la retirada.

La única excepción era la decimotercera flota de Yang. Había empleado una inteligente formación de media luna contra la flota de Kempf, esquivando los ataques del enemigo y desangrándolos con golpes alternados en sus flancos de babor y estribor.

Sorprendido por la inesperada cantidad de daño que estaba sufriendo, Kempf había decidido que era mejor apretar los dientes y elegir una cirugía drástica que mantener el rumbo y morir miserablemente por la pérdida de sangre. Eligió retirarse y reagrupar sus fuerzas.

Viendo que el enemigo se retiraba, Yang no hizo ningún intento de usar la abertura para continuar la ofensiva. Lo que importa en esta batalla es sobrevivirla, no ganarla, pensaba Yang. Incluso si derrotáramos a Kempf aquí, el enemigo seguiría teniendo la ventaja general. Al final acabábamos siendo golpeados por todos lados cuando los otros regimientos se unieron contra nosotros. Lo que hay que hacer es correr lo más lejos posible de aquí mientras el enemigo se retira.

Con voz grave y solemne, Yang se dirigió a sus fuerzas:

"¡Atención! Todos las naves: ¡huyan!"

La Decimotercera Flota huyó. Pero de forma ordenada.

Kempf no pudo evitar sorprenderse cuando el enemigo -que tenía la ventaja- no sólo no lo persiguió, sino que comenzó a retirarse rápidamente. Aunque se había estado preparando para sufrir pérdidas considerables cuando le perseguíeran buscando continuar su ataque, en su lugar había sido engañado.

"¿Por qué no usan su ventaja y atacan?"

Kempf estaba pidiendo opiniones a sus oficiales y preguntándose en voz alta.

Las respuestas de sus subordinados se dividieron en dos campos: la hipótesis de que "la fuerza de la alianza debe estar corriendo en ayuda de otra fuerza que está en problemas" y la hipótesis de que "su objetivo es darnos un golpe mortal mostrándonos una abertura e invitándonos a ir irreflexivamente a la ofensiva".

El alférez Theodor von Rücke, un joven oficial recién salido de la escuela de oficiales, abrió la boca con temor.

"Señor, quiero decir, Comandante, creo que es posible que no quieran pelear y sólo estén tratando de escapar."

Esta sugerencia fue completamente ignorada, y el alférez von Rücke se echó atrás, solo y con la cara roja de la vergüenza. Nadie, incluido él mismo, entendió que estaba más cerca de la verdad que ninguno de ellos. Kempf, que tenía mucho sentido común como estratega, llegó después de mucho pensar que la retirada del enemigo era una trampa, y abandonó la idea de un segundo contraataque, para reagrupar su flota.

Mientras tanto, Yang Wen-li y sus fuerzas continuaron su huida, llegando a una región del espacio que las fuerzas imperiales llamaron Zona de Guerra C. Allí, las fuerzas imperiales se enfrentaron de nuevo, y una nueva batalla comenzó a desplegarse.

Mientras tanto, la Novena Flota, comandada por el Almirante Al Salem, estaba bajo el asalto fulminante de la flota imperial de Mittermeier y había sido puesta a volar repetidamente. El Almirante Al Salem estaba luchando desesperadamente para evitar que la cadena de mando colapsara.

La rapidez de la persecución y el asalto de Mittermeier fue tal que la vanguardia de la flota imperial perseguidora y la retaguardia de la flota de la alianza que huía se mezclaron, con barcos de ambas fuerzas volando uno al lado del otro en paralelo. Un soldado tras otro se quedó atónito al ver las marcas de los barcos enemigos de cerca a través de los ojos de buey.

Además, las lecturas de alta densidad de materia detectadas en esa estrecha región del espacio enviaron a los sistemas de prevención de colisiones de cada nave a una sobrecarga. Fuera Cual fuera la dirección en la que intentaban girar, se encontraron con que el camino estaba bloqueado tanto por barcos enemigos como por barcos amigos, e incluso algunos barcos habían empezado a girar como resultado de ello.

No intercambiaron fuego. Era evidente que si se liberaban vastas energías con las naves tan juntas, se produciría una reacción en cadena imparable, y todas ellas perecerían juntas.

Sin embargo, se produjeron choques y colisiones. Esto se debía a que los sistemas de prevención de colisiones, incapaces de encontrar una dirección segura en la que avanzar, habían sido conducidos a un horrible estado de autonomía, lo que provocó que algunas naves pasaran al pilotaje manual para evitar que se volvieran locas.

Los astronavegadores estaban sudando mucho, y esto no tenía nada que ver con la función de control de temperatura de sus trajes de combate. Aferrados a sus paneles de control, podían ver al enemigo justo enfrente de ellos, luchando con el objetivo común de evitar colisiones.

El caos finalmente terminó cuando Mittermeier ordenó a sus subordinados que bajaran la velocidad y aumentaran la distancia entre las dos flotas. Por supuesto, todo esto significaba para las fuerzas de la alianza que la flota enemiga se estaba reagrupando y que en ese momento volvería a su estrategia de persecución y ataque. Mientras la fuerza imperial ponía una distancia segura entre ella y la flota enemiga, los barcos y soldados de la alianza se perdían constantemente en medio del diluvio de fuego enemigo.

El casco del buque insignia Palamedes también sufrió daños en siete lugares, y el comandante de la flota, el Vicealmirante Al Salem, resultó herido, con las costillas rotas. Su vice comandante, el Contraalmirante Morton, tomó el mando en su lugar y apenas mantuvo unida a la fuerza restante, recorriendo un largo camino hacia la derrota.

Las dificultades del camino hacia la derrota, por supuesto, no fueron sólo suyas.

Cada una de las flotas de la alianza estaba soportando la misma pena ahora. Incluso la decimotercera flota de Yang Wen-li ya no era una excepción.

Para entonces, la decimotercera de Yang, que se había retirado a una distancia de seis horas luz del lugar de la batalla inicial, se había visto obligado a luchar contra enemigos cuatro veces más numerosos. Además, Kircheis, comandante de las fuerzas imperiales de la Zona de Guerra C, ya había puesto a la Séptima Flota a correr por sus vidas y estaba comprometiendo fuerzas y suministros en su primera línea constantemente para desgastar la flota de Yang a través de un combate ininterrumpido. Esta táctica era ortodoxa, no el producto de una estrategia inteligente, pero era extremadamente fiable cuando se ponía en marcha, lo que hacía que Yang suspirara: "No hay apertura para atacar, no hay apertura para correr". Parece que el conde von Lohengramm tiene gente excelente trabajando para él. Nada extraño ni excentríco, sólo buenas tácticas".

No pudo evitar quedar impresionado. Porque aunque estaba usando tácticas ortodoxas, estaba claro que su fuerza de alianza numéricamente inferior estaba siendo llevada a la derrota.

Después de pensarlo, Yang decidió la táctica que debía tomar: abandonar el espacio que habían asegurado y cederlo a las manos del enemigo. Sin embargo, la retirada ordenada de Yang atraería al enemigo a una formación en U, y luego, cuando sus filas y líneas de suministro se estiraban hasta el punto de ruptura, contraatacaría desde tres lados con todas sus fuerzas.

"No hay otra opción. Y naturalmente, depende de que el enemigo vaya a por ello..."

Si hubiera tenido tiempo de acumular fuerza y una perfecta independencia de mando, la estrategia de Yang podría haber asegurado algún éxito y puesto fin al avance de la fuerza imperial. Sin embargo, al final no pudo hacer ninguna de las dos cosas. Mientras soportaba el feroz ataque de las fuerzas imperiales que se acercaban a un volumen abrumador, Yang estaba luchando por reagrupar su flota en la formación U cuando llegaron nuevas órdenes para él desde Iserlohn.

El día 14 del presente mes, Concentren las fuerzas en el punto A del sistema estelar Amritzer. Cese el combate inmediatamente y cambie de rumbo.

Cuando Yang escuchó esas instrucciones, Frederica vio una sombra de amarga decepción aparecer en su cara. Se fue en un instante, pero en su lugar suspiró.

"Es fácil para ti decirlo".

Eso fue todo lo que dijo, pero Federica comprendió lo difícil que sería retirarse en estas circunstancias, justo delante del enemigo. Tampoco se enfrentaban a un incompetente. Kempf estaba en la misma posición: si hubiera podido retirarse, lo habría hecho desde el principio. Estaba luchando porque no podía hacer otra cosa.

Yang siguió sus órdenes. Pero durante esa difícil retirada de combate, las bajas entre su flota se duplicaron.

En el puente de Brünhild, buque insignia supremo de la flota imperial, Reinhard escuchaba el informe de von Oberstein.

"Aunque el enemigo sigue huyendo, mantienen todo el orden que pueden y parecen estar dirigiéndose a Amritzer."

"Eso está cerca de la entrada del Corredor Iserlohn. Pero no creo que esto sea un mero intento de huir ¿Qué te parece?"

"Que probablemente tengan la intención de reagruparse y retomar la ofensiva. Aunque es un poco tarde, parece que se han dado cuenta de la tontería de esparcir sus fuerzas tan escasamente por nuestro espacio".

"De hecho, es demasiado tarde."

Rascándose con los dedos bien formados el pelo dorado que se derramaba desde la frente hasta las cejas, Reinhard sonrió con una sonrisita fría.

"¿Cómo responderemos, Excelencia?"

"Naturalmente, también reuniremos nuestras fuerzas en Amritsar. ¿Por qué negar al enemigo su deseo, si quieren convertir Amritzer en su cementerio?"

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